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Publicado: Vie, Dic 10th, 2021

Glosario del siglo XXI [ a cuatro manos entre Rusiñol y Farramuntana ]

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V. EL ABUELO JAUME (EL FUTURO SEÑOR ESTEVE) Y así llegamos al “prota” de la saga (excluido el que suscribe, por supuesto): mi abuelo Jaume, un hombre fuerte como un roble, decidido, dotado de la mayor inteligencia natural que se haya visto y de un olfato para los negocios inigualable. Recordaréis que pasó una infancia sin padre, y ese podría ser el motivo que le llevó a casarse muy joven. Deseaba formar una familia estable y completa y tomó (a los diecinueve años) por esposa a Antonia Güell (que solo tenía dieciocho). Ella era la hija del médico del pueblo y pertenecía a una saga de fabricantes de algodón locales. Con el matrimonio, Jaume ascendió notablemente en el escalafón social. Como prueba baste decir que el padrino del bautizo de Antonia había sido el barón de Canyelles. La pareja se puso a procrear con ganas y rápidamente llegó un hijo: Juan. Solo sobrevivió dos días. Fue el primer neonato muerto (“albat” les llamamos en Cataluña) y el primer Juan, un nombre que se convertiría en maldito en nuestra estirpe. Le siguieron María de los Dolores (muerta con seis años), Josefa (muerta a los seis meses), y otro Juan (el segundo, muerto con dos años). En este momento, por convicción y para olvidar la tremenda tristeza causada por las muertes, mi abuelo participó activamente en la primera guerra carlista (la de los siete años) como voluntario liberal. Jaume sentía la necesidad de un heredero como la había sentido su padre, el trajinero Pere. Antonia volvió a quedarse embarazada y dio a luz a una niña que murió nada más nacer. La madre falleció también, pocos días después. El que, años más tarde, daría pie a mi creación del Señor Esteve en el Auca, se quedó viudo a los veintinueve años, tras enterrar a la mujer y a cinco niños. Ese nivel de desgracia estaba muy por encima del porcentaje medio de mortalidad infantil de la época, que era cercano al cincuenta por ciento. En estos tiempos modernos, los médicos hubieran detectado alguna enfermedad hereditaria o incompatibilidad de sangres, pero entonces, como remedio, solo quedaba la resignación.

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