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Publicado: Vie, Feb 21st, 2014

Con el alma de charol…

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“Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena”.

“Alma de charol”, “de plomo las calaveras”, “silencios de goma oscura”, “miedos de fina arena”: playa del Tarajal, Ceuta, febrero de 2014. España. Su España inmutable.

Si Federico García Lorca hubiera vivido los abominables hechos de la playa ceutí del Tarajal no cambiaría ni una sola coma del verso que entresaco del Romance de la Guardia Civil Española, que forma parte de su Romancero gitano. De los 18 romances que incluye la obra general, el dedicado a la Guardia Civil es el 15, y de 15 muertos hablamos. “Tiene, por eso no lloran, de plomo las calaveras”.

Ya no hay “ciudad libre de miedos” (¡Oh ciudad de los gitanos!), ni venerados “Camborios” lorquianos. Ahora, como desde hace años, hay mafias, y pateras, y mares que hacen su trabajo, y cuchillas, y algunos sempiternos comportamientos —uno solo ya es inadmisible— de la Guardia Civil y de quienes políticamente les mandan, y que merecen un contundente señalamiento y ejemplar condena por xenófobos e inhumanos. Tampoco parecen existir ciudadanos malís, ni congoleños, ni ruandeses, ni chadianos… no parecen tener patria, ni identidad; son desnuda y deshumanizadamente “subsaharianos”. Desposeídos de los desposeídos. Precarios de los precarios. “Subsaharianos”.

Es la España que marca y mata. Una España incompatible con la  Democracia y que se sitúa, con sus hechos, en las antípodas de la Declaración Universal de Derechos Humanos. La que fija las “fronteras” con pelotas de goma, la que empuja a aguas marroquíes a personas exhaustas. No importa que mueran, importa que no lo hagan en nuestras aguas. Es la España de los patrioteros, no de las personas. Es la España de las banderas, los himnos, los provida —ausentes por cierto—, de los golpes de pecho y los mentirosos y elaborados discursos “exculpatorios”. Es la España de la que yo abjuro. Quienes ostentan el poder político han llegado a tal desvergüenza que hacen de la mentira lo habitual en el relato de cualquier asunto por grave que sea éste. Hay 15 muertos, hay imágenes claras que reflejan las actitudes de cada grupo, han mentido todos y en varias ocasiones y no ha dimitido nadie. ¿Van a poder más 15 muertos, que deberían fulminarlos del cargo, que su “verdad”, que les mantiene ilegítimamente en sus despachos y en la política? Aquí falla algo, y no solo es achacable a los mendaces.

Supongo, aunque conociendo al personaje quizás sea demasiado suponer, que el silente Mariano Rajoy debe estar incómodo, no creo que pase de ahí, a causa de la perturbación que la comisaria europea de Interior Cecilia Malmström ha mostrado ante la actuación de la Guardia Civil y el laberinto de mentiras y contradicciones que el Gobierno ha tejido para diluir responsabilidades por la muerte de 15 personas que trataban de llegar a España.

Casi tan indigna como la “gestión” política, ha sido la actitud de cierta prensa, entre la que hace ya tiempo incluí a El País —que acertado el color azul de su tilde—, que ha apostado por lanzar noticias alarmista anunciando, quizás como justificación de futuras y calcadas actuaciones del poder, próximas oleadas de miles de migrantes “subsaharianos” que, supuestamente, asaltarán en tropel las fronteras de Ceuta y Melilla. De alguna manera hay que pagar la intercesión del Gobierno ante el poder económico, que ha sacado a algunos de estos medios de “manipulación” de apuros muy serios.

A mí, por de pronto, se me ocurre gritar: ¡Paren el mundo…que toda esta deshumanización se baja porque la echamos! Vean la cara del director general de la Guardia Civil y verán cómo gustosamente se suman a la propuesta.

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