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Publicado: Vie, Nov 29th, 2013

Los chicos del puerto: una pequeña odisea

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Bajo los complicados parámetros del más puro cine realista, el director Alberto Morais narra en Los chicos del puerto una pequeña odisea muy alejada de las películas de “niños en busca de aventuras”: no encontramos en ella atisbos de épica ni grandes anécdotas que jalonen el recorrido de los tres menores por una Valencia casi fantasmal, camino del cementerio al que llevan la vieja guerrera republicana del abuelo de Miguel a un antiguo compañero muerto. Y, sin embargo, bajo la desnudez de sus imágenes y a pesar de la ausencia de efectismos y subrayados melodramáticos, presenta de manera contundente pero sutil temas como el abandono y el desamparo de los menores -Miguel no está escolarizado; Lola y Guillermo viven con una madre ausente-, la degradación de una ciudad, la deshumanización actual, las heridas abiertas de una historia reciente hecha a trompicones y remiendos. No es accidental la elección simbólica de la misión: la de llevar al cementerio la guerrera que Miguel viste durante buena parte del metraje. Ni el encierro bajo llave del abuelo con su pasado. Ni la mirada fascinada de los niños hacia la monumental Ciudad de las Artes y las Ciencias de noche, tras su deambular por una ciudad desgastada, como metáfora de un mundo inaccesible para ellos.

Frente a todo, los tres niños forman una especie de familia basada en la amistad y la solidaridad, un núcleo dentro del cual se protegen mutuamente, ante la indiferencia del mundo de los adultos, cuyo papel es meramente accesorio.

Los chicos del puerto es una película seca, desnuda, que presenta a los personajes, las motivaciones y las situaciones en lugar de explicarlos. Está construida sobre la estructura de ese viaje a través de barrios marginales, carreteras de circunvalación, puentes oxidados; los niños juegan en descampados donde crecen las malas hierbas, en cines al aire libre abandonados, en las ruinas de una ciudad que parece haber perdido su funcionalidad de acoger el bienestar de estos menores, al igual que los adultos han olvidado su compromiso con la infancia. Miradas, espacios y silencios constituyen los principales recursos expresivos de una película insólita, diferente, certera en su reflejo de la realidad que retrata.

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Sobre el Autor

- Licenciado en Ciencias de la Imagen por la Universidad Complutense de Madrid. Realizador, guionista, editor y actor ocasional de cortometrajes. Colaborador en diversos medios sobre asuntos cinematográficos. Organizador de vídeo y cine foros. Miembro del colectivo Viernes Tontos.

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