Héctor Anabitarte

Todos los días, desde octubre 2023, los medios de información se refieren al asesinato de menores en Gaza. Todos los días. Se ha convertido en una rutina sangrienta, suele indignar, pero mañana más.

No sólo niñas y niños, también mujeres, ancianos, personas de todas las edades. Los aviones israelíes cuando lanzan sus bombas o ametrallan no discriminan, se trata de una limpieza étnica sistemática.

Da la impresión de que estuviéramos ante un fenómeno inevitable, como el hambre en el mundo. La llamada comunidad internacional, las Naciones Unidas, la Unión Europea, la Cruz Roja Internacional y otras organizaciones se pronuncian preocupadas, pero no se toman medidas concretas que reviertan esta situación. Se siguen vendiendo armas a Israel y por parte de Estados Unidos se donan generosamente pertrechos bélicos.

Es urgente tomar medidas más eficaces: prohibir comerciar con el país agresor, que no pueda participar en los Juegos Olímpicos de París… El Gobierno israelí se siente apoyado por una parte importante de la población, las manifestaciones multitudinarias allí se centran en exigir la liberación de los secuestrados por Hamás, pero debido a la censura poco se sabe del drama que sufre Gaza.

Cuando el Holocausto los alemanes manifestaron que no sabían del horror de los campos de la muerte, las tropas ocupantes obligaron a la gente a que los visitaran. Se puede definir como genocidio la potítica de los nazis con los judíos pero lo de Gaza es otra política, arrinconar a los palestinos, empujarlos a la desesperación y provocar otro éxodo, como en los años cuarenta del siglo pasado. La diferencia es que ahora nadie está dispuesto recibirlos. En Jordania ya viven dos millones de refugiados palestinos.

En el siglo pasado sucedió otro genocidio que se debería recordar: en Ruanda fueron asesinados el 70 % de los tutsis, más o menos un millón de personas por parte de los hutus, también fueron asesinados hutus moderados y miles y miles de mujeres fueron violadas.