Victoria Kamhi: Aire de Estambul en «El Concierto de Aranjuez»
Andrés Ruiz Tarazona (En «Rodrigo, un maestro del Concierto») opina que el éxito internacional del Concierto de Aranjuez, «se debe, ante todo, a su Adagio, construido sobre un bellísimo y melancólico tema de cierto sabor oriental (¿inspirado, tal vez, por su amor a Victoria Kahmi, nacida en Estambul de padre turco y madre austríaca?)». La reflexión de Ruiz Tarazona me sirve de introducción para contar la historia de dos enamorados de la música que se encuentran en París para no separarse jamás y terminar juntos, muchos años después, en el cementerio de Santa Isabel de Aranjuez, en un panteón coronado por una escultura de Pablo Serrano, una guitarra cubista que evoca en tres dimensiones las guitarras de Juan Gris. En el panteón no hay símbolos religiosos. Sólo dos imágenes en la entrada al mismo: un hombre y una mujer que se miran, para siempre: Joaquín Rodrigo y Victoria Kahmi.
En una entrevista («El País», agosto de 1988) ella dijo: «Me enamoré primero de su música y después de él». Victoría Kamhi nació en Estambul, en 1902, junto al Bósforo, en una encrucijada no sólo geográfica, también cultural, donde Europa y Asia se observan mutuamente, como las esculturas del panteón, pero con recelo. Descendiente de judíos sefarditas, su familia pertenecía a la élite cultural y económica de la alta burguesía turca. Su padre era otomano y su madre vienesa. Su educación fue esmerada y muy niña se reveló como una criatura musical, hecha para la música. La música la llevará primero a Viena (para estudiar con el polaco-argentino Jorge de Latewicz), Y luego a París donde estudia con Ricardo Mutis y descubre de su mano la música española. El flechazo es instantáneo. En 1928 escucha «Preludio al gallo mañanero» y por primera vez el nombre del autor, Joaquín Rodrigo, un prometedor compositor español, ciego (ignora aún que muy pronto será sus ojos). Para conocerlo organiza una fiesta e invita al compositor junto a otros amigos y amigas. En un momento de la noche se sienta al piano e interpreta «El preludio del gallo» y sorprende a Rodrigo. El amoroso lazo ya está echado y Joaquín Rodrigo cae gustoso en él. Se casan en Valencia, en enero de 1933. La luna de miel los trae a Aranjuez. Los imagino paseando por los jardines en pleno invierno cuando el silencio suele ser más profundo y se amplifica el sonido del agua de las fuentes, el agua del oasis en el desierto.
Los recién casados abandonan Aranjuez y comienzan una vida nómade, en Francia, en Alemania… La felicidad, de pronto, se trunca: el primer hijo de la pareja nacerá muerto. El dolor se instala con toda su brutalidad. Y de dicho dolor, profundo como un verso de Vallejo («Hay golpes en la vida…»), surgirá, dicen, la inspiración primera de «El concierto
de Aranjuez, el recuerdo de aquellos pasados instantes de plenitud junto al Tajo, serán el detonante de la creación. En 1940 el «Concierto» es estrenado en Barcelona por Regino Sáinz de la Mata…y de ahí en más, hasta ahora. La obra es recibida como algo que al mundo le faltaba. Una música para cerrar heridas, para mitigar tristezas. En España había muchas, y muy cercanas. Por eso tiene razón Ruiz Tarazona cuando dice que «El Concierto» fue «el único entretenimiento culto’, el gran acontecimiento artístico surgido después de la Guerra Civil.
A los Rodrigo «El Concierto…» les cambió la vida. Pronto, de nuevo, convocada tal vez por el Adagio, llegó la alegría con el nacimiento, en enero de 1941, de Cecilia. Victoria Kamhi abandonó su carrera para difundir la obra de Rodrigo y colaborar en ella (participó en la selección de los temas del compositor aragonés Gaspar Sanz en los que se basa la «Fantasía para un gentil hombre»). Aunque, ciertamente relegada, continuó también con su propia obra musical, pero también literaria: escribirá poemas y en 1986 «De la mano de Joaquín Rodrigo: historia de nuestra vida». En julio de 1997, muere Victoria Kahmi, dos años antes que su marido. Ahora, ambos descansan en el cementerio de Aranjuez. La ciudad la recuerda dando su nombre a una escuela infantil en el barrio de la montaña (inaugurada en junio de 2012) situada en una una calle de significativo nombre: Avenida de la memoria de la paz de Hiroshima . Hace bastante, en estas páginas, lo conté: Narciso Yepes (uno de los más relevantes intérpretes del «Concierto…», junto a Andrés Segovia y Paco de Lucía), durante una de sus giras a Japón, visita un Hospital dedicado a tratar a los sobrevivientes de la bomba atómica y observó de pronto a un chico con una guitarra ¿ Qué creen que estaba tocando?