Adaptación y actualización de la novela Lo que Maisie sabía, de Henry James, que ambienta en el Nueva York actual una complicada pugna por conseguir la custodia de una niña en medio de un juego de relaciones que, dentro de la aparente complejidad de la propuesta, se convierte en una reivindicación de la sencillez, de la autenticidad, de lo vivo y lo espontáneo frente a lo representativo y lo artificial.

¿Qué hacemos con Maisie? adopta un tono de comedia dramática que no carga las tintas a pesar de su decidida defensa de los sentimientos y su crítica a las imposturas, y se toma su tiempo para desarrollar la trama: todo gira en torno a Maisie, una niña de seis años, hija de una cantante de rock y un marchante de arte que se encuentran en proceso de separación. La cosa se complica cuando el padre se casa con la niñera de Maisie y la madre con un camarero. Ambos progenitores delegan sus funciones en sus respectivas parejas, y, en consecuencia, Maisie se encariña con sus nuevos padrastros.

Lo que la niña sabe, oye, ve y supone marca acertadamente el tono de la película, ingenuo y vivaz a un tiempo. El guión, el acertado casting y la dirección de actores se muestran muy eficaces al subrayar las diferencias entre “progenitores” y “padrastros”: los primeros viven en un entorno supuestamente artístico, pero verdaderamente superficial; para ellos, su hija se convierte en arma arrojadiza en la batalla legal por su custodia. Los segundos representan, por sus respectivos oficios, un mundo mucho más real, más a pie de calle, y su relación con Maisie es totalmente sincera: al margen de las responsabilidades familiares y legales, se establece entre ellos una auténtica conexión basada en el cariño sin condiciones.

¿Qué hacemos con Maisie? plantea sus ideas de manera fresca e inteligente, adornada de metáforas visuales que refuerzan los contrastes sobre los que se basa su construcción narrativa, hasta llevarnos a un desenlace agradablemente coherente.