Privatizarlo todo
Héctor Anabitarte

Privatizarlo todo: los Trump, los Milei y otros han hecho de la privatización una religión, en una economía que tanto depende del Estado. Lo que molesta particularmente a los Trump y a los Milei es el llamado Estado del Bienestar, distribuir la riqueza de manera más justa y solidaria. Se está imponiendo una filosofía mezquina, brutalmente competitiva, un darwinismo social en el que sólo tendrán lugar los fuertes, los ricos, los privilegiados.
En los países más desarrollados cada vez existe más pobreza, gente que duerme en las calles, en los aeropuertos, condenados a la enfermedad y el abandono. Paradójicamente, en dichos países, ricos desde siempre como Estados Unidos, pero también nuevos ricos como China e India, se venden más productos de lujo.
Se está construyendo una sociedad de ricos y pobres y las capas medias están amenazadas: cada vez es más común quedar fuera del sistema, expulsados del «paraíso». Las clases medias suelen estar hipotecadas a perpetuidad y viven en una falsa seguridad creyéndose «propietarios» (los auténticos propietarios son los bancos).
Actualmente una necesidad fundamental como la vivienda supone un lujo que no está al alcance de todos (aunque el derecho a la vivienda figure en la Constitución). La derecha ha impuesto en la mente de muchos y muchas el karma de que lo privado es mejor y más eficiente. La vivienda, la salud, la educación deberían, según este falaz criterio, quedar en manos privadas.
En España, poco a poco, en unas comunidades más que en otras, se está privatizando. En eso el Madrid de Ayuso está a la vanguardia de una política que favorece a intereses privados, siguiendo los pasos de su mentora, Esperanza Aguirre, gran admiradora de Thatcher, la Dama de Hierro, campeona de la desigualdad.
Aguirre, como presidenta de la Comunidad de Madrid no pudo llevar a cabo su plan privatizador, pues la resistencia social limitó y frustró su ambición. Ayuso, su alumna aventajada, pretende conseguirlo. Aguirre y Ayuso siguen coincidiendo hoy con Thatcher y son amigas y admiradoras de Trump y Milei. Consideran la Justicia Social una aberración. Odian el Estado, a pesar de que una y otra hayan vivido siempre de la Administración Pública y no duden en pedirle ayuda cuantas veces lo consideren oportuno y se resisten a pagar impuestos: no se conforman con trabajar en negro y enviar dinero al extranjero.
