Héctor Anabitarte

Sin agua no hay vida. Existe consenso entre los científicos el considerar que en el agua se ubica el origen de la vida. Los humanos, nuestra especie y todos los organismos vivos surgieron del agua. Somos agua: el cuerpo humano transporta 65 % de agua. Está hecho de agua.

El planeta mismo es agua en la mayor parte de su extensión.  El agua está sufriendo una sobreexplotación preocupante, 8.000 millones de personas pueblan el planeta, el consumo es enorme y la industria consume asimismo enormes cantidades y simultáneamente casi dos mil millones carecen de agua y deben abandonar sus tierras, exiliarse por esta causa.

Sin embargo, el agua, desgraciadamente, no es una prioridad en la agenda mundial de los gobiernos. Para 2059, de no cambiarse esta política, afectará al 15 % del PIB mundial.

Sólo el 3 % del agua total del planeta es potable. La falta de agua obliga a muchas mujeres y niñas a dedicar horas todos los días a abastecer a sus familias acarreando agua desde pozos lejanos. Muchas niñas abandonan la escuela y en el acarreo sufren violencia sexual: muchos embarazos en países pobres tienen este origen.

En España más del 75% de su territorio padece estrés hídrico y con el cambio climático – el verano ya dura seis semanas más de lo habitual- esta situación se acentúa.

El cambio climático ya es evidente, sequías, tifones, danas (como la de Valencia que provocó más de 200 muertos, víctimas de una Generalitat irresponsable que no dio el aviso necesario para evitarlo).

El agua tiene que ser organizada, «domesticada», encauzada, protegida, preservada. Si no lo hacemos el origen de la vida también puede serlo de la muerte. El Banco Mundial calcula que para asegurar las necesidades anuales de infraestructuras hídricas se necesitan entre 120.000 millones y 130.000 millones de euros.