Y llegó Trump
Héctor Anabitarte

El 9 de mayo de 1945, entre ruinas, comenzó una nueva era en la historia de la humanidad. La Alemania nazi se rindió y, al menos en Europa (en el Pacífico continuó hasta Hiroshima), terminó la Segunda Guerra Mundial que arrasó medio mundo y dejó en Europa y en otras regiones, millones de muertos.
En algunos países la destrucción fue total (Alemania, Polonia, especialmente). Los estados vencedores fueron cuatro: Estados Unidos, la Unión Soviética, Reino Unido y Francia, cuya participación fue cuestionada: la presencia de De Gaulle fue fundamental para que Francia estuviera entre los vencedores.
Las consecuencias fueron muy significativas, por primera vez se utilizaron armas atómicas que provocaron la destrucción de dos ciudades japonesas e inauguraron la era nuclear.
Con el término de la Segunda Guerra Mundial también se produjo la desaparición de imperios y el fin del colonialismo, al menos cómo era concebido en el siglo XIX cuando las potencias europeas se repartieron África y se dedicaron a saquear el continente.
En 1945 terminó una guerra y empezó otra: la Guerra Fría. Las dos superpotencias del momento, Estados Unidos y la Unión Soviética, empezaron a polarizar la vida política internacional y se enfrentaron a través de terceros países en todos los continentes: Corea, Vietnam, Angola, Cuba, Nicaragua, Gauatemala, etc, etc, etc…

Desde que llegó Trump a la Casa Blanca la situación ha cambiado: sólo hay dos potencias reales: Estados Unidos y China. En unas décadas puede ser la potencia hegemónica dominando el comercio mundial. La Rusia de Putin, por más que fanfarroneé con arsenal nuclear, pinta poco en este impredecible nuevo escenario y Europa, menos.
Trump tiene el propósito de cambiar las normas imperantes hasta ahora por otras muy radicales y extremadamente peligrosas. El enemigo tradicional ruso ahora es su aliado. Y exhibe sin pudor ansias expansionistas: no sólo quiere apoderarse del Canal de Panamá, también ambiciona conquistar Groenlandia, isla muy estratégica y rica en materias primas (Putin a su vez, alentado por Trump, mencionó a Islandia), también pretende que Canadá se convierta en el Estado 51 de EE.UU. y habla sin ningún pudor de una inminente Tercera Guerra Mundial.
Todos los días, desde que asumió la presidencia, sorprende con sus medidas a todo el planeta y lo mantiene en ascuas. Las amenazas del presidente norteamericano incluyen hacer de Gaza un parque temático expulsando a la población palestina a no se sabe dónde, entregar Ucrania a Moscú, salirse de todas las instituciones internacionales empezando por la OMS, y arruinar a su odiada Europa imponiéndole aranceles escandalosos.
Trump es noticia todos los días y últimamente habla de un posible tercer mandato al que podría aspirar modificando la Constitución. Trump ha instaurado en tiempo récord un Nuevo Desorden Mundial. Un caos impredecible. Lo ha hecho con el apoyo de los votantes, está legítimamente autorizado a cometer cuanto disparate se le ocurra. El mundo camina sobre la cuerda floja y en el filo de la navaja.
