Héctor Anabitarte

La vivienda se ha convertido en un lujo, en España y en casi todo el mundo, menos en la capital austriaca, Viena, porque apostaron desde hace cien años por la vivienda pública, iniciativa de la socialdemocracia, proceso que se interrumpió cuando la invasión la nazi pero que continuó en los años cuarenta.

En España la vivienda se ha convertido en un lujo, sólo una parte de la población puede acceder a tener en propiedad una vivienda y alquilar también resulta imposible especialmente para los jóvenes y no tan jóvenes. Queda la posibilidad de alquilar una… habitación. El próximo paso será dormir bajo un puente.

Hipotecas y alquileres consumen gran parte del presupuesto familiar y en cuanto a vivir solo puede ser una aventura agotadora.

La crisis de la vivienda tiene efectos colaterales, matrimonios tardíos, menos nacimientos, menor gasto en una serie de necesidades. Lo más importante es dónde dormir, es prioritario. El Gobierno ha recuperado el Ministerio de la Vivienda y está diseñando una Gran Empresa Pública de Vivienda con el propósito de que bajen los alquileres. Pero estas iniciativas no tendrán efectos inmediatos.

También se trata de regular los alquileres de temporada, que pongan freno a los alquileres de temporada turísticos, que alteran el mercado de manera significativa. Llama la atención que ante este panorama la compra de vivienda se dispare un 51,3 % en octubre la cifra más alta en 17 años y medio.

Dos Españas, una que puede y otra que no puede. Una que compra edificios enteros y gente que queda en la calle, en la miseria. Se trata de una emergencia como si fuera una terrible e invisible DANA que barre  con todas las ilusiones. Las comunidades autónomas, ayuntamientos, gobierno central… deberían comprar viviendas y que éstas sean públicas indefinidamente, como en Viena.