Grego de la Fuente

Mientras las autoridades Municipales, dueñas de la mitad meridional, y Patrimonio Nacional, titular de la mitad septentrional, dirimen competencias y deciden el destino de la Casa de Infantes, hay constancia, en este largo impasse de espera, que dicha edificación goza ya de la presencia de unos nuevos e improvisados inquilinos que allí moran: las palomas.

Una gran cohorte de inocentes aves, que, sin remilgo alguno, dejan patente con su presencia ser los nuevos moradores del olvidado inmueble. Puede verse claramente su toma de posesión y acomodo en los lugares predilectos de dicha Casa: ventanas, balcones, cubierta…

Su presencia manifiesta el olvido y abandono en el que se encuentra, necesitando más que nunca , una más que necesaria intervención.

Lejos quedan ya los tiempos del uso como casa de Familias de los infantes D. Gabriel, D. Antonio Pascual y D. Francisco Javier, hijos del rey Carlos III. O Casa de Atarfe, como también el deseo de ofrecer “un marco decoroso a la vista de Su Majestad” y otros muchos usos a lo largo del tiempo…

De todas ellos, destacaría, cómo no, el haber sido Oficina de Información y Centro de Interpretación Turística.

Es inevitable y sobrevuela en la memoria cuando contemplas el traslado de este cometido a una edificación diáfana, pero que resulta anacrónica y pseudo minimalista en un Real Sitio dieciochesco, que bien podría recibir al visitante como antaño. Con su traslado y la ausencia de alguna utilidad, lo ha dejado a socaire del abandono y un continuo y progresivo deterioro.

¿Qué fue de aquello? ¿Qué fue de aquel derroche de dinero e imaginación cuando la oficina se encontraba en Infantes?

El abandono es ahora el Rey y las palomas dueñas y señoras.

Esa es la percepción.

Esperemos que actúen, acuerden y decidan darle una función a todo el inmueble en su conjunto.

Hasta la fecha , forma parte de ese legado, que no enumeramos por no detenernos mucho, pendiente de una actuación.

¡A quien competa, por favor!