En 2023, más penas de muerte
Héctor Anabitarte
En 2023 aumentó el número de penas de muerte en todo el planeta. Según informa Amnistía Internacional, una organización que desde hace décadas con mucha responsabilidad e imparcialidad, se preocupa por la vigencia de los derechos humanos y lucha para la abolición de la pena de muerte, el año pasado se ejecutaron, al menos, a 1.153 personas.
Dicha cifra ha sido reconocida oficialmente en los países en los que fue aplicada la llamada pena capital. Cada vez más estados renuncian a este cruel recurso y lo eliminan de sus legislaciones. Otros no derogan la pena de muerte, pero no la aplican.
Está demostrado que la criminalidad no disminuye en aquellos países en los que se permite ejecutar, fríamente, a seres humanos. Hay países en los que lejos de derogar la pena de muerte o evitar aplicarla es habitual utilizarla: Irán, China, Corea del Norte, Vietnam, Arabia Saudita y otros, entre ellos, EE.UU.
China e Irán ocultan rigurosamente toda la información al respecto a pesar de que se trata de estados en los que prácticamente no existe lo que llamamos opinión pública e impera la censura. En Irán, según las circunstancias, tienen lugar ejecuciones públicas para intimidar a la población.
Amnistía Internacional subraya que los condenados no suelen disfrutar de ninguna garantía, no disponen de abogados independientes y suelen ser torturados, para obtener confesiones. A.I. también destaca que las personas con menos recursos tienen más posibilidades de ser condenadas: esto suele suceder, por ejemplo, en Estados Unidos y si el acusado además de pobre es negro tiene muchas más posibilidades de terminar en la silla eléctrica, en la cámara de gas o recibiendo una inyección letal.
La pena de muerte ha sido utilizada desde hace muchos siglos y en casi todas las culturas. No sólo se les ha aplicado a «criminales», también fue utilizada en distintos momentos históricos para eliminar herejes, científicos, «brujas», disidentes, «inmorales», enfermos mentales, asociales…
Roma crucificaba constantemente, inclusive a Jesús de Nazaret; Monsieur Gillotin, en tiempos revolucionarios inventó un artefacto, cuyo uso recién fue prohibido en Francia, en 1976. El garrote vil, tan castizo, fue utilizado hasta los estertores finales del franquismo; las horcas siguen funcionando a pleno rendimiento y de vez en vez cuelgan de ellas primeros mandatarios como Sadam Hussein en Irak; aunque eso no es tan corriente y es más habitual ver en los telediarios a homosexuales balanceándose colgados de una soga sujeta a una grúa en Teherán; el pelotón de fusilamiento también es un clásico y actualmente, los fusiles han sido reemplazados por ametralladoras, pero el resultado es el mismo; la lapidación con piedra sigue vigente donde rigen todavía las sharias contra los adúlteros. Lo que parece que ha pasado de moda es la hoguera.
El humor negro, cuanto más negro mejor, sirve para denunciar esta inmunda lacra que, increíblemente, algunos todavía defienden. Nadie cantó mejor que Javier Krahe contra la pena de muerte -«Pero dejadme, que yo prefiera, la hoguera, la hoguera, la hoguera/ la hoguera tiene un qué sé yo, que sólo lo tiene la hoguera»- ni la puso en imágenes mejor que Berlanga en «El Verdugo«.