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Publicado: Vie, Oct 25th, 2013

George C. Scott: Cuando los tanques de «Patton» salieron del cuartel de Pavía

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En 1970, «Patton», de Farnklin J. Schaffner, arrasó en la ceremonia de los Oscar. Se llevó siete estatuillas, entre ellas, la de mejor película, mejor director, mejor guión original (Francis Ford Coppola y Edmund Nort), mejor dirección artística (el primer Oscar que conseguiría el español Gil Parrondo) y mejor actor protagonista para George C. Scott. El galardonado, que detestaba lo que estos premios significan, se dio el lujo de rechazarlo y prefirió quedarse en casa viendo un partido de hockey por televisión. El desplante no tenía precedentes (después seguirá el ejemplo Marlon Brando), pero viniendo de quien venía tampoco sorprendió demasiado y no hizo más que confirmar la fama de un hombre, enorme como actor, pero temible como persona. Nadie mejor que él para interpretar al general Patton, el controvertido héroe de la Segunda Guerra Mundial, brillante estratega, insubordinado, inestable emocional, de reacciones imprevisibles, que creía ser, a veces, la reencarnación de Anibal y, otras, el mismísimo Napoleón.
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 George C. Scott llegó a «Patton», después de que el papel hubiera sido rechazado por Rod Steiger, Lee Marvin, Robert Mitchum, Burt Lancaster y John Wayne. Fue una suerte para el filme. Ninguno de ellos hubiera logrado semejante actuación. El comienzo del filme, que actúa como prólogo, es insuperable: un rotundo plano general con una enorme bandera norteamericana cubriendo toda la pantalla y Scott uniformado en centro arengando a los jóvenes reclutas, marcial, cargado de medallas, moviéndose por el escenario enmarcado por las barras y estrellas.Este arranque inolvidable ha sido analizado certeramente por el crítico Ramón Alfonso: «La megalomanía y todos los sueños de gloria del protagonista están impecablemente capturados y transmitidos al espectador en esta particular abstracción patriótica-crítica en la que el hombre parece convertirse en Dios».
George Campbell Scott (1927-1999) quedó huérfano a los ocho años y su padre, un directivo de la empresa automovilística Buick, apenas se ocupó de él. En 1945 se alistó en los marines, pero no fue al frente, ni conoció la guerra en primera línea. Le tocó desempeñar durante cuatro años el triste papel de soldado-sepulturero en el cementerio de Arlington en el que se enterraban a diario cientos de soldados provenientes de los frentes de batalla de Europa y el Pacífico. Todo indica que este fue el desencadenante de una adicción que lo acompañaría de por vida: «me convertí en alcohólico para escapar de mi propia personalidad». Tras unos estudios de periodismo descubre el teatro, otra forma de huida:»Nunca me ha costado empatizar con un personaje porque no me apreció demasiado a mí mismo».
Representando un papel pequeño en «Ricardo III», en Nueva York, lo descubre la crítica. E, inmediatamente, llega la televisión y el cine. En 1959 consigue su primer papel importante en «Ananatomía de un asesinato», de Preminger, interpretando a un implacable fiscal. Lo nominan al Oscar como actor de reparto; tres años más tades por «El buscavidas» (que protagoniza Paul Newman) lo vuelven a nominar. Él, en vez de sentirse halagado rechaza la nominación con una breve nota: «No, gracias».   Pero Hollywood insiste y por tercera vez, en 1963, nuevamente lo vuelven a nominar por «La lista de Adrian Messenger». El cine no le gustaba nada: «Hacer películas es tedioso. Sólo las hago por dinero. Yo tengo que trabajar en el teatro para estar sano». Pero, entonces, llega Stanley Kubrick y le ofrece el único papel en el cine del que se mostraba orgulloso, el del delirante general Buck Turgidosn en «¿Teléfono rojo? Volamos a Moscú». Su vida privada tampoco fue muy recomendable: se casó cinco veces (dos con la misma mujer con la que tuvo dos hijos) y tuvo infinidad de líos que casi siempre terminaba a los golpes y en los juzgados. Una de sus víctimas fue Ava Gardner. También era asiduo de las comisarias por protagonizar riñas en las tabernas que le dejaron rota la nariz en cinco ocasiones.
En 1969 llega a Aranjuez para filmar varias escenas de «Patton», las que se supone que transcurren en Sicilia.Pregunto a Tomás Ruiz, mi paciente informante en estas lides, y me escribe lo siguiente:»El rodaje en La Casa del Labrador fue muy discreto y pasó desapercibido para la gente de Aranjuez, ya que en aquella época pasar al Jardín del Príncipe costaba 5 pesetasy no se usaba de manera tan habitual como ahora se hace. Si recuerdo que utilizaron algunos carros de combate, de los que por entonces habíia en el cuartel de Pavía (actual CES Felipe II). Estos carros les vinieron muy bien ya que eran americanos procedentes del famoso Plan Marshall, lógicamente las tripulaciones de dichos carros eran soldados que en ese momento se encontraban haciendo el servicio militar. Los exteriores se rodaron en la zona de Legamarejo. Lo cierto es que el rodaje en Aranjuez pasó sin pena ni gloria. Como anécdota te puedo contar que cuando la estrenaron en Aranjuez, muchos de los espectadores se quedaban impasibles cuando aparecían las escenas en la terraza de la Casa del Labrador (teóricamente la acción transcurría en Sicilia) eso a mí me ponía ´malo`ya que me daba la sensación de lo poco conocida que era por aquel entonces la Casa del Labrador».
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Sobre el Autor

- Abogado, periodista y escritor. Nacido en Buenos Aires, es vecino de Aranjuez desde 2001. Autor de varios libros, ensayos, novelas y obras de teatro, dirigió el Aula de Poesía José Luis Sampedro.

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