Héctor Anabitarte

Menores que agreden a menores, a veces brutalmente, y la ley no permite que sean imputados: todo un desafío que exige una respuesta global por parte de la familia, de la escuela, de las administraciones.

Si pudieran ser imputados, e imputadas, hay que tener en cuenta que se trataría de un proceso lento que exige mucha paciencia.

Se trata de un desafío de muy difícil solución: ¿la violencia, la necesidad de maltratar, es genética? ¿Es un placer que experimentan los humanos desde la infancia? ¿Al nacer ya somos portadores de un instinto agresivo que niega la convivencia amigable, la solidaridad entre parecidos? Si es así, es mucho más que un problema de Estado, tiene que ver con la propia condición humana. Y en los monos, los gorilas, los chimpancés, nuestros primos, ¿sucede algo parecido? Posiblemente.

Universidades del Reino Unido, prestigiosas, informan que más de un centenar de menores de 14 años fueron detenidos en 2020 por abusar sexualmente de menores; en Badalona, hace unos días, seis jóvenes abusaron sexualmente de una menor y uno de ellos amenazó de muerte al hermano de la víctima que los denunció.

El 20% de las violaciones y el 30-50% de los abusos sexuales a niños y niñas son cometido por menores y en el ámbito escolar las agresiones verbales y físicas son muy comunes.

A través de las redes sociales suelen verse imágenes de agresiones: jóvenes, chicos y chicas, que se organizan para pelear, que se citan para hacerlo. También se les ve con frecuencia en videos que ellos y ellas graban y difunden agrediendo a compañeras y compañeros. ¿Antes de las redes sociales esto sucedía tan habitualmente?