Héctor Anabitarte

Menores, todos pegaban, y ellas también, cuando venga tu padre del trabajo le diré lo que hiciste y ya verás. Pegaban los padres, las madres, los abuelos, los hermanos mayores, en la escuela también, la letra con sangre entra, apenas se cuestionaba; era parte de la cultura educativa, una tradición.

En las últimas décadas esto afortunadamente ha cambiado de manera positiva. Pero sus derechos fundamentales no están suficientemente protegidos. Renunciar a pegar, y así lo expresa la ley, se tuvo que enfrentar a viejos prejuicios, se consideraba que los menores tenían que ser domados. Pero hubo minorías que fueron pioneras.

Muchas niñas, niños, en España, un país desarrollado, no comen lo necesario ni lo más saludable, faltan cientos de pediatras en la sanidad pública, en las aulas saturación y hay poca respuesta cuando se tiene dificultades en el aprendizaje, cada pequeño o pequeña es un mundo, uniformar mutila. Y hablando de derechos el asesinato de menores por las parejas y ex parejas de sus madres es ha convertido en algo habitual.

Desde 2013 124 menores fueron asesinados, el 70 por ciento por hombres y el 30 por ciento por mujeres.

Hubo que recorrer un largo camino, como en todo, lentamente. Ya en l924 en la Declaración de Ginebra se tomó en cuenta que los menores no eran propiedad de los padres o del Estado, y 1959, el 20 de noviembre, la Asamblea General de las Naciones  Unidas, se pronunció sin lugar a dudas en favor de los menores y por supuesto también está en la Constitución Española de 1978. 

Y se vive una época en la que no falta la presencia abrumadora del móvil, internet… Se tendría que lograr un pacto entre generaciones, pero parece difícil, esfuerzos se hacen, pero conflictos no faltan, es un asunto incontrolable.