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Publicado: Dom, Feb 7th, 2021

No nos relajemos, no juguemos a la ruleta rusa

Héctor AnabitarteHéctor Anabitarte

No nos relajemos, jugar a la ruleta rusa es cosa de cosacos borrachos. Hay tímidos datos que indican que las consecuencias de… salvar la Navidad, están remitiendo. Es evidente que no nos limitamos a rezar de cara a la pared, quién no tiene una estampita. Esta Navidad de Jesús sirvió para todo, inclusive para enfermar y colapsar los hospitales, y ahora, cuidado, se aproxima la Semana Santa, puede volver a pasar algo parecido, y todavía las vacunas no han inmunizado a parte significativa de la población.

Si la esperanza existe reside en las vacunas, se está trabajando en el mundo en casi cien vacunas, es la primera vez que una pandemia moviliza a la ciencia y a los Gobiernos para resolver un problema de salud pública. Y esto se debe a que ha afectado a los países ricos y entonces aparece el interés mundial.

Cuando en los ochenta apareció el VIH/Sida en Estados Unidos la Organización Mundial de la Salud (OMS) se enteró que este virus hacía años que se propagaba por África, provocando muchas víctimas que no fueron contabilizadas y ni siquiera llamaron la atención. La OMS entonces, 1981, liberó las patentes de antirretrovirales en los países llamados pobres. Este mundo es un pañuelo, muy pequeño, y además lleno de mocos. Habrá que vacunar a todos los habitantes del planeta si queremos salvarnos todos, ricos, pobres y mediopensionistas.

Nos nos relajemos. Nada de cumpleaños ni aniversarios, nada de Carnavales, el año que viene serán posibles, saludables. Nada de terrazas fumando y sin mascarillas, hay que esperar que venga el camarero y no bajarse la mascarilla, consumir y volver a ponérsela. ¿Es incómodo? Sí, pero estamos en pandemia. Todos los días miles de infectados, y las camas en los hospitales muchas de ellas están ocupadas y no solo por el coronavirus, esta pandemia está afectando muy especialmente a los enfermos de cáncer; graves efectos colaterales.

No todas las noticias son preocupantes. La gripe casi ha desparecido este año: millones de personas se vacunaron y el uso de la mascarilla nos protege de ese otro virus tan familiar por el que todos los años mueren miles de personas. Nos reíamos de los japoneses y de los chinos por viajar enmascarados en el transporte público o por sacarse los zapatos cuando entran en sus viviendas -los árabes también lo hacen- y, ahora, ya no nos reímos y estamos empezando a ver lo útil de esas insólitas costumbres orientales que por fuerza mayor hemos incorporado.

Se dice que somos… mediterráneos, justificando las imprudencias. Que no se puede vivir sin abrazar y besar aunque en este caso se pueda morir por ello. Por otra parte, alemanes o ingleses no son mediterráneos, pero epidemiológicamente no están mejor que en España. Además ya sabemos que no se puede fumar caminando por la calle ni en las terrazas, pero hay personas, y no pocas, que lo hacen, y se ofenden cuando se les llama la atención.

No solo hay jóvenes indiferentes a la pandemia, las reuniones con familiares y amigos suelen ser un foco que el virus aprovecha. La creencia de que porque son familiares y amigos no hay… riesgo, es difícil de entender, pero está instalada con la fuerza del mito. Si se conoce a una persona querida hay aún más motivos si cabe para cuidarse. Familia enteras se han infectado por repetir inconscientes las ceremonias del afecto.

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