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Publicado: Vie, Ago 21st, 2020

Jardín de Isabel II: ¿luz al final del túnel?

Conocido también en Aranjuez por Jardín de la Princesita ¿Qué ha podido pasar, en el corto periodo de un cuarto de siglo, para que uno de los rincones más entrañables de la ciudad, perdiera todo su encanto, esencia y personalidad? Afortunadamente una reciente intervención sobre el arbolado, induce a pensar que la esperanza es lo último que se pierde.

Ecologistas en Acción Aranjuez.

La primera plantación de árboles fue hecha a cargo del Administrador del Real Sitio, Miguel del Pino, en 1830. La escultura fue realizada en 1834 por Desboeufs y fundida por L. Raurio, mientras que la verja metálica se atribuye a Narciso Pascual y Colomer y los magníficos bancos a Sabatini. Durante la primera república su nombre cambió por el de Jardín de Serrano y la escultura de Isabel II fue ocultada, hasta su reposición en 1875 bajo el reinado de Alfonso XII.

Las desdichas del jardín propiedad de Patrimonio Nacional, precursoras del ocaso permanente en el que se encuentra, podían representarse en dos momentos estelares:

Primero. – Año de 1997, estando como Delegado en Aranjuez Aníbal de Miguel y responsable de Jardines Enrique Soria. En aquella época, tuvo lugar el episodio más dramático en la corta historia del jardín: Profunda alteración de su porte natural, mutilando de manera brutal los añosos, sanos y espectaculares pies de plátanos (Platanus hispánica), a lo largo de toda su estructura y configuración, cebándose mayormente sobre sus ramas bajas, (aquellas que salvan vidas humanas, amortiguando la caída de las superiores), que daban cobijo bajo su alargada sombra a todo el paseo, llegando hasta la mismísima calzada de tráfico.

Jamás levantaron cabeza de tan nefasta, oscura e incomprensible intervención; tiempo después muchos de ellos fueron talados.

También se vivieron sucesos parecidos en otros puntos o lugares con responsabilidad del organismo público estatal, como el Jardín del Príncipe, Parterre y la Isla.

Un año antes bajo el mismo mandato, se derriba el pequeño kiosco construido en 1971 (25 años en funcionamiento), que proporcionaba puestos de trabajo, dando vida a todo el espacio interior, sin presentar mayor problema hacia la vegetación, ni elementos patrimoniales. Se pudo reducir el impacto visual, adaptando el establecimiento hostelero, a criterios más armónicos con la historia del lugar, como existe en tantos y tantos jardines, incluido el del Príncipe.

A raíz de tan calamitosa actuación, alejaron del recinto a los niños, abuelos, madres, etc, que disfrutaban jugando alrededor del espacio verde, junto a refrescos, helados y caprichos afines, del modesto local. Tan drástica medida, favoreció la entrada de tribus urbanas (pintadas, botellón, etc).

Segundo. – Hacia el año 2000, una nueva intervención daría la puntilla definitiva al Jardín. “Cual conejo salido de la chistera”, fueron encontrados unos planos decimonónicos del trazado original; estos mismos supusieron:

– Sustancial cambio de configuración espacial de cuadros y calles.
– La ordenación exterior amplia, abierta y luminosa de la plaza central, con los canapés de piedra de Colmenar de Oreja obra de Sabatini y jarrones de mármol de Macael obra de Jean Thierry, se desplazaron hacia el centro del pedestal, cerrando y reduciendo la plaza, incorporando seto de durillo (Viburnum tinus), a su espalda.
– Se repuso la verja alrededor del pedestal; transformando una pradera redonda de unos 10 m. de diámetro, al estado actual.
– Alteración profunda del sistema de riegos, pasando de la inundación por cacera bombeada del contiguo canal de las Aves, al goteo, aspersión o manguera actual. Fatal decisión.
– Falseo de la escultura original en bronce de la Princesita, por una réplica similar de resina sintética (plástico).
– Apertura de dos nuevos accesos por Calle Infantas y calle del Real (debemos suponer, no incluidos en el plano de referencia).
– Cambio e introducción de nuevas especies vegetales poco adaptadas a las condiciones edáficas, riegos, exposición, o descaradamente comerciales: mirto (Myrtus communis), cerezo (Prunus aviens), aligustre (Ligustrum vulgare) insustancial y alergénico y ciruelo purpurea (Prunus pissardi).
– Alterada su base terriza por el movimiento de tierras, los árboles de júpiter (Lagerstroemia indica), emblemáticos por su porte, belleza floral y adaptación al medio, gran parte de ellos entraron en regresión y decrepitud.

En definitiva, desde nuestro profundo sentimiento y amor por la naturaleza, podemos decir que, entre todos los sucesos descritos, robaron el alma al Jardín.

En épocas recientes, se fueron apeando los plátanos secos y decrépitos, repoblando con pies jóvenes de la misma especie, con dificultades evidentes en su desarrollo normal, por lo que procedieron a una cava más profunda del alcorque e incorporación de arcilla expandida o arlita para aireación.

Parecidas situaciones soportaron los cerezos que no terminaban de agarrar, abriendo su fuste en canal y gran sudoración, actualmente no queda ninguno.

En tal situación, con sensación de abandono por falta de mantenimiento, llegamos a este verano/2020 con bastantes plátanos decrépitos y abundante puntisecado en sus ramas. Vista la plataforma y temiendo lo peor (afortunadamente nos equivocamos), la intervención quirúrgica sobre pies concretos y determinados, consistente en la poda única de ramas secas y revisión en altura del arbolado para detectar patologías graves, ha supuesto un indudable hito, en cuanto al respeto y optimo tratamiento del arbolado monumental, que nada estamos habituados a contemplar en esta ciudad.

Las consecuencias de tan justa actuación, son alivio de peso, avance sustancial de la seguridad personal minimizando riesgos, favorecer brotes nuevos y mejora visual.

Desde Ecologistas en Acción disfrutamos con el trabajo bien hecho, esperando no sea un “golpe de calor” aislado, y sirva de aviso para otros navegantes.

Para entender el presente y salvaguardar el futuro, es preciso mirar un poquito hacia atrás, como es el caso; dicho lo cual, estamos convencidos que un acusado déficit de riego, está detrás de buena parte de los pesares que padecen las especies vegetales del Jardín de la Princesita, dada la fuerte insolación que soportan.

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