Real Cortijo de San Isidro: coitus interruptus [ 3 ]
ALFONSO SEGOVIA. A lo largo de dos siglos y medio de existencia el Real Cortijo de San Isidro ha pasado por numerosas vicisitudes, pero siempre conservó sus peculiaridades, aunque gran parte de su historia esté íntimamente unida a la de Aranjuez, pues su paisaje y agricultura, su patrimonio edificado y la vida de sus gentes configuraron una misma realidad, como ha sido reconocido por diversos especialistas, desde el siglo XIX hasta ahora. Sin embargo, la política cultural (?) de Aranjuez no ha interiorizado y valorado en sus justos términos esos aspectos vinculantes, ni los específicos propios del Real Cortijo. En especial, desde que dejó de ser efectiva la tutela del Estado, a través del IRYDA, y el Ayuntamiento de Aranjuez adquirió más influencia en la gestión política de las diversas Juntas Vecinales. Ciertos ejemplos, relacionados entre sí, ayudarán a hacer visible ese desinterés cultural. El pecado original se cometió en 1983, cuando la delimitación del Conjunto Histórico de Aranjuez no incluyó el territorio del Real Cortijo, despreciando que, 200 años antes, ya constituía una extensión de Aranjuez, por el trazado y diseño de sus calles arboladas, su red hidráulica, su patrimonio arquitectónico y por ser un ejemplo de la agricultura de la Ilustración promovida por la Corona. Esa misma delimitación, consolidada en 1996 por el P.G.O.U. de Aranjuez, también dejó al Real Cortijo fuera de la Zona Núcleo, en la propuesta que se elevó a la UNESCO, solicitando para Aranjuez la declaración como Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad, obtenida en Diciembre del año 2001. Simultáneamente, esas decisiones iban generando consecuencias, al no existir un límite adecuado sobre usos y actuaciones urbanísticas en el contexto histórico del Real Cortijo. Desde la gestión privada, se edificaron viviendas con unos planteamientos dispares a lo preexistente y que tampoco aportaron unos beneficios directos a las arcas del municipio. Desde la gestión pública, la escasa inversión por un lado y una falta de visión por otro, puso en manos privadas un edificio histórico, como la Bodega, a la vez que se perdía la ocasión de reagrupar el antiguo patrimonio del Real Cortijo, como ocurrió con la Casa Grande. Por si esto fuera poco, desde Aranjuez se aprobó un Plan Especial de Reforma Interior del Real Cortijo de San Isidro, sin pedir opinión a la Junta Vecinal, que permitió la construcción de nuevas viviendas, sin considerar otros aspectos necesarios, como la relación con el paisaje, la protección del entorno del casco histórico, la saturación de los servicios urbanos o la obtención de unas compensaciones de suelo para uso público. La conclusión a extraer es que unas decisiones puntuales, interesadas o desinformadas, influyeron muy negativamente sobre la evolución del Real Cortijo, en unos momentos cruciales, cuando estaba al alcance la oportunidad para encauzar su crecimiento en la dirección adecuada y en beneficio de sus antiguos y nuevos habitantes. Para bien o para mal, la crisis económica paralizó temporalmente ese proceso y dejó un espacio para la reflexión, propiciando la aparición de una circunstancia poco frecuente en las relaciones entre los Ayuntamientos de Aranjuez y del Real Cortijo: una coincidencia de intereses y opiniones, entre ambas Alcaldías, sobre la conveniencia de incluir al Real Cortijo en la Zona Núcleo del Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad. Con esta premisa se dio inicio al trabajo de colaboración entre la Escuela de Arquitectura de Alcalá de Henares y los Servicios técnicos del Ayuntamiento de Aranjuez (apoyados por la Junta Vecinal y algunos vecinos del Real Cortijo), para redactar una documentación con la que solicitar la ampliación de la delimitación del Paisaje Cultural de Aranjuez, a propuesta municipal y con el beneplácito de la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid. Los trabajos se concluyeron en Mayo del 2013 y se informó públicamente a los vecinos, realizando una exposición y dos catálogos, coincidiendo con las fiestas de San Isidro. Hasta aquí, todo parecía encaminado a lograr lo que, en justicia, merecía históricamente el Real Cortijo de San Isidro, pero, una vez más, se produjo un “coitus interruptus” en la relación institucional. Superada la fase de los discursos y adjudicación de medallas, el silencio administrativo se impuso sobre cualquier intento de averiguar el recorrido de la propuesta y en manos de quien recayó la responsabilidad de empujar hacia adelante su trayectoria. Durante los últimos seis años, los cargos políticos y técnicos han cambiado sus atribuciones e intenciones, floreciendo con todo su esplendor la maldita burocracia, capaz de inmovilizar y desincentivar cualquier iniciativa que no genere unos beneficios económicos y/o electorales a corto plazo. Algo que a la cultura en sí misma, entendida desde su faceta humanista, no se le puede ni debe exigir, pues discurre por otros railes, de largo recorrido y sin interés mercantil, que no se ajustan a expectativas coyunturales, ni al reparto de dividendos periódicamente. Por lo tanto, la pretensión de incluir el Real Cortijo de San Isidro en la delimitación de Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad, que tiene Aranjuez, es una reivindicación institucional que merece ser defendida y reclamada con rotundidad por el Ayuntamiento del Real Cortijo; atendida y diligenciada con interés por el Ayuntamiento de Aranjuez y la Comunidad de Madrid; y respetada, por parte de todos, como una iniciativa local en la que, poniendo mucha ilusión y esfuerzo, se demostraba algo que debería ser evidente: El Real Cortijo de San Isidro forma parte indisoluble del Paisaje Cultural de Aranjuez. Pasados 250 años, “dar marcha atrás” ya no es una opción ¿Hay que recurrir al ADN?