Hasta siempre, Moncho
[ Laura Barreiro Marañón ] Tras unos días de descanso me he encontrado con una mala noticia: Moncho Peche nos había dejado. Por un momento todo perdió su belleza, el baile de la vida cambiaba la melodía que marcaba mi corazón. Mis ojos se llenaron de lágrimas que inundaban mi alma y echaba de menos esos abrazos tan sinceros y especiales. De repente noté la grandeza del alma de Moncho, sabía que estaba allí, que estaba con todos, tal es su inmensidad porque pocas personas son capaces de crear la misma idea en el corazón de tanta gente, desde donde estuviera llegaba a mi su cariño con la fuerza del sol que consigue convencer a la noche para entregar nuevamente su luz. Es curioso porque por la tarde su hija me transmitió el mismo pensamiento. No sé cómo conocí a Moncho, siempre ha estado en mi vida, en un lugar privilegiado y amado. Desde niña me lanzaba a sus brazos. Supongo que mi intuición reconocía su bondad y quería calarme de ella. A mis 39 años, seguía haciéndolo. Nos contagiábamos de energía. Él me decía que ese abrazo le daba vida, así que le abrazaba de nuevo, quería que fuese infinito. Hace años escribí una columna para él. Estoy feliz de haberlo hecho. Siempre se dicen las cosas cuando la persona no está, pero yo tenía claro que él merecía saber todo lo que inspira (perdonad que siga hablando en presente, pero…). Me lo encontraba y después del abrazo me daba las gracias y decía que había mandado la copia de la columna a su familia, aunque él no se veía así. La humildad no le dejaba ver la realidad, se sentía como cohibido, pero notaba que debía ser especial porque a su alrededor todos nos volvíamos mejores. Y yo pensando que todo lo que se pueda decir de él se queda corto. Quienes le conocen saben que no miento. Lo encontré varias veces en los últimos meses. Demostraba su valentía. Tenía clara su sentencia pero quería vivir todo hasta el límite, con su esencia. Me dijo todo lo que pensaba de mi, y yo, esa niña que corría a sus brazos me sentía enorme porque el cariño me invadía. Había decidido decir todo lo que pensaba antes de irse. Y todo lo que pensaba era bueno, esa era su magia. Trazaba su lienzo con tinta segura y firme, mostrando la realidad desde su óptica objetiva y generosa, compartiendo la belleza y regalando recuerdos e historias que imaginar. Nadie “pinta” mejor el alma de las personas. Siempre la palabra precisa, siempre la sonrisa sincera. Ayer, quizás fui un poco egoísta, porque cada vez que abrazaba a alguno de sus hijos me inundaba de esa esencia que les ha dejado. Quizás yo pretendía dar algo de fuerza, pero eran ellos los que la transmitían. Y ese cariño…todos emanaban sinceridad y me dijeron las mismas palabras. Moncho, sé que estabas orgulloso de tu obra, y puedes estar tranquilo porque los cuidamos, aunque saben hacerlo solos, han tenido un gran ejemplo. El corazón duele al romperse para hacer un hueco para el recuerdo tan entrañable de una persona tan especial. Le doy gracias a la vida por haber cruzado nuestros caminos. Ahora recuerdo a Lola…dale besos de mi parte. Nos debemos un abrazo, y tengo claro que lo haremos. Te quiero, Moncho.