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Publicado: Vie, Abr 26th, 2019

Río abajo

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[ TEXTO DE SANTIAGO RUSIÑOL Publicado en “L’Esquella de la torratxa” en diciembre de 1913 ] TRADUCIDO POR FARRAMUNTANA

Según datos geográficos, que conocerá aquel al que le convenga, ya no hacen falta ochenta días — como en la novela de Julio Verne — para dar la vuelta al mundo. Es posible en sesenta jornadas, y sí tanta prisa se tiene, en cincuenta y ocho y unas horas. Ir deprisa no tiene ahora ningún mérito. Hoy ya no se corre, esto es más bien una espantada. El planeta se va empequeñeciendo de tal forma que ya resulta una menudencia. Pronto el mundo nos vendrá estrecho y hasta en las nubes habrá empujones. No hace mucho que una inglesa, sin libro de Baedeker(1) ni guía, ha atravesado África sola y a pie, apenas reposando el tiempo justo para hacer lo que toda inglesa hace al escapar del hogar: pintar unas cuantas acuarelas. Hoy en día hay quien desayuna en Londres, come en París, cena en Bruselas, y, si aún le queda hambre, puede hacer el resopón en Amsterdam. Hasta Valeriano Weyler(2), que ya lleva encima más años que manchas — y eso que viste una levita que tiene más lámparas que una grasera — tan pronto se ve en Mallorca como en San Quintín de Mediona, y viceversa, recorriendo habitualmente los dos lugares, con una celeridad que aterra. Hoy el ir corriendo es casi una necesidad, porque al que no va rápido le pisan los talones. Lo extraño en estos días no es correr, sino ir poco a poco; dejar pasar los años, hacer un viaje con reposo y resignación, para disfrutar de lo viajado. Hoy el mérito es inspirarse en los pasos de la tortuga. Y los que pueden ganar este record, que llamaríamos de la calma, son los que viajan por el Tajo, desde Cuenca a Aranjuez. Quizá os extrañará un poco que el Tajo sea navegable, pero lo es. Y de una manera que mas que navegar, es sentarse y dejarse llevar. Figúrate lector, que en las montañas de Cuenca todavía hay unos árboles, de los pocos que quedan en España; que estos árboles los han cortado y para que los portes salgan más baratos, los tiran al agua…y río abajo. Figúrate que como este río no tiene prisa por llegar al mar, por no apresurarse, se tira más de cinco meses para recorrer los cien kilómetros(3) entre Cuenca y Aranjuez; y figúrate que con estas maderas viajan unos hombres en balsa(4), que también se pasan sus buenos cinco meses(5), si no es que se mueren antes de pasión del alma. Estos son unos viajeros a los que no les importa emplear medio año en el trayecto, porque al llegar pierden el trabajo(6). Casi sin ver más árboles que los que les sirven de nave, no hay rayo de sol que no reciban, ni humedad que no los remoje(7). Hacia abajo siempre, sobre un río que camina despacio para parecer más caudaloso; su misión es conducir ese rebaño que se para por las orillas, como si fuesen pastores acuáticos. En todo el curso han de comer el pan que traen de allí, de Cuenca(8); han de beber el agua que encuentren; han de atravesar por lugares en los que quizá no ha estado antes nadie, y tienen que saber nadar porque de vez en cuando van al agua. ¡Y eso dura cinco meses, caballeros!; cinco meses viviendo en remojo; cinco meses en un camino que no se camina; cinco meses en un mueble que no es barco, ni casa, ni tren; que no es estar en tierra ni en mar; que no es moverse ni quedarse quieto…cinco meses de hacer de basura; casi medio año de calendario, del que no arrancan las hojas…como ir seis veces a América sin encontrarla, y haciendo el viaje más largo que uno puede hacer sin moverse. Estos viajeros, como se comprende, pueden ver bien el paisaje. Tienen tiempo para todo durante el camino: de aburrirse, de casarse, de tener hijos, de tener nietos…salen jovencitos de Cuenca y al llegar son casi viejos. Se dejan la barba a la salida y a la llegada ya es blanca. Y todo ello… ¡por seis reales!(9) …hacer de pez, de anfibio y de basura, para llegar a ganarlos. No se puede vivir con más calma, para acabar muriendo de hambre. ¡Y muchos mueren por el camino! Lo que ocurre es que el río también los lleva(10), como si fuesen maderas viejas. XARAU (1) Editor alemán que publicó a inicios del siglo XIX unas completas guías de viaje, que incluían, además de la descripción de los lugares, datos sobre transporte, alojamiento, etc, valorados con un sistema de estrellas. (2) Político y militar mallorquín que desempeñó múltiples cargos a lo largo de su vida, a nivel de Gobernador, Ministerios y Jefatura del estado mayor del ejército. (3) Rusiñol se queda algo corto, puesto que el tramo citado sobrepasa los doscientos kilómetros. (4) Este es otro error del texto, dado que el sistema de balsas solo se utilizaba en el río Ebro. Por razones de orografía y caudal, en el Tajo los troncos viajaban sueltos y eran conducidos por los “gancheros”, llamados así por la utilización de un gancho o “bichero” para las labores de transporte. El conjunto de troncos o “maderada” estaba compuesto habitualmente por miles de piezas, de más de diez metros de longitud cada una. De esta forma, la procesión ocupaba varios kilómetros de río. El grupo de hombres necesario para dicha empresa era muy numeroso. En media una persona por cada cien troncos. Estaban organizados por cuadrillas de unos veinte componentes, lideradas por un capataz. Entre ellos se encontraban algunos menores “utilleros” y una figura especial que era el “guisandero” o encargado de la cocina. Las cuadrillas se asociaban en tres grupos: delantero, central y trasero, que acometían respectivamente los trabajos de ingeniería, ajuste y reparación. Por encima de todos ellos, verdadero general de la tropa, estaba el “maestro del río” (5) Habitualmente las maderadas (una por año) se iniciaban en Cuenca en invierno y llegaban a Aranjuez en verano. (6) El ganchero (según cita Juan Navarro Reverter), trabajaba en labores del campo en verano y otoño, hasta que llegaba la época de la maderada. (7) Por su gran experiencia era inusual que los gancheros cayeran al río, pero la exposición a la humedad del ambiente era constante. (8) Además de la manutención asegurada por el guisandero, el dueño ponía a disposición de los gancheros un economato con materiales diversos, cuyo coste luego descontaba del sueldo. (9) Según Juan Navarro Reverter, en la segunda mitad del siglo XIX, la manutención de un ganchero costaba dos reales diarios, y el sueldo era de veinte cuartos por jornada (5 reales). (10) De alguna manera, germen precursor para “El río que nos lleva” de José Luís Sampedro, que vería la luz 48 años más tarde.

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Sobre el Autor

- Diseñador gráfico del Semanario MÁS.

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