[ Emma Vaquero. MÁS. Fotos: Luis Javier Rodríguez ] La línea C-3 de Cercanías sufrió la semana pasada un nuevo “colapso” desde la estación de Aranjuez. Esta vez, las causas eran otras a las habituales -retrasos, fallos en el tendido eléctrico, causas aún desconocidas-. A las 17:30 se había planeado una quedada en la Estación de Renfe Cercanías para asistir a la Manifestación del 8 de marzo desde la localidad ribereña. Entonces daba igual soportar una larga espera para adquirir el ticket, perder el tren en consecuencia, colarse por las puertas de acceso abiertas, o incluso ir de pie durante gran parte del recorrido. Esta vez no era un día más, y “no importaba” lo que ocurriera entre las vías. Había otro malestar aún mayor, que, siempre está, pero que ese día había posibilidad de compartir y descargar una vez se alcanzara el destino. La lucha por la igualdad en el Día de la Mujer Trabajadora. Una vez allí, todas las personas se escuchaban como un todo. Cada una de ellas con unas u otras reivindicaciones, pero todas “pintadas” de color violeta, el color de la lucha feminista, según las versiones más aceptadas, en memoria de las sufragistas británicas, y de las trabajadoras de la Fábrica textil en EEUU a las que en 1911 se las prendió fuego por reivindicar sus derechos. El humo, dicen, era violeta. Desde entonces se han alcanzado muchos derechos, en distintos rincones del planeta, pero, en líneas generales, atendiendo a cifras y realidades globales, queda un largo recorrido. Un recorrido que este 8 de marzo de 2019 en Madrid comenzó en la Plaza de Atocha y finalizó en Plaza de España, y protagonizaron las 375.000 personas según Delegación del Gobierno -un millón de personas según organizadores-, que acudieron a la capital, duplicando la asistencia del año pasado. “Queremos ser libres, no valientes”, “no somos histéricas, somos históricas”, “queremos vivir, no sobrevivir”, fueron, junto a la desaparición del techo de cristal, el fin del patriarcado, las mejoras en la conciliación familiar, el fin de la brecha salarial, el derecho a decidir, sólo algunos de los reclamos de los y las manifestantes, que eran mayoría. Entre ellas se encontraba Laura Navas, 29 años, residente de medicina familiar y Comunitaria en Getafe, colaboradora además en la edición feminista de “The Lancet”. Navas se sumó a la manifestación para “apoyar la visibilización del malestar que tenemos la mayoría de las mujeres sobre nuestra situación social, laboral y en general de la situación de la mujer en el mundo. Aunque nos creamos una sociedad avanzada y muchos digan que tenemos igualdad, es un error muy grande caer en la resignación. Si hace cincuenta años las mujeres no hubieran reclamado lo que reclamaron quizás no estaríamos aquí”. Entre los manifestantes se encontraba también Luis Javier Rodríguez, fotógrafo de 30 años, quien considera que “el hombre debe dar un paso al lado de la mujer y caminar juntos”. En el recorrido de la manifestación, no había mayor barrera que la humana. Destacaba la variopinta multitud, y la gran cantidad de gente joven menor de 25 años que dejaba ver una alianza intergeneracional que pasará a la historia. Las gargantas proyectaban sus voces hacia el mundo, con una ligera inclinación hacia el cielo. Quizás para que se escuchara mejor, quizás para que llegara más lejos, quizás para “ser el grito de las que ya no están”. En concreto, y según Delegación de Gobierno, desde que comenzaron a contabilizarse en 2003 las víctimas de violencia de género hasta el 2018, ascendía a 976 mujeres. La lucha por la igualdad no se reduce a nuestra localidad, región, comunidad o país. La lucha por la igualdad se presta universal. Naual A., 35 años, no asistió a la manifestación, pero acudió a la Concentración de las 12:00h del 8m en la Plaza de la Constitución de Aranjuez. Natural de Marruecos, Naual A. es filóloga, trabajadora y madre de tres hijos, y comenta que “actualmente existe gran desigualdad en distintos ámbitos”. Considera que la clave se encuentra en la educación, comenzando desde casa con los y las más pequeñas, enseñando los valores del feminismo. “Nacimos para convivir no para dividirnos”, apunta. Naual A. habla además de las diferencias culturales que pueden provocar diferentes desigualdades atendiendo a costumbres y cultura. En este sentido, la autora nigeriana, Chimamanda Ngozi, una de las voces más emblemáticas del actual panorama literario africano en ‘Todos deberíamos ser feministas’ expresa que “La cultura no hace a la gente. La gente hace la cultura. Si es verdad que no forma parte de nuestra cultura el hecho de que las mujeres sean seres humanos de pleno derecho, entonces podemos y debemos cambiar nuestra cultura”. En la esfera mediática y social se habló de la asistencia y también de la ausencia. Muchas personas y representantes de partidos políticos no acudieron porque, entre otros motivos, tildaron la manifestación de “politizada”. “La vida es política, necesitamos el cambio político porque en ello se encuentra la posibilidad de que se produzcan cambios sociales, pero creo que el término ‘politizado’ le viene muy bien a la oposición”, apunta Navas, opinión que contrasta con la de Raquel García, store manager, quien considera que “pese a que le alegró ver toda la gente que apoyaba la manifestación, le daba pena que se intentara politizar”. Llegada la noche, los que iban acercándose al Palacio de Comunicaciones posaban para la foto con la fuente de Cibeles y el Ayuntamiento de Madrid, iluminados de color violeta, para guardar en sus memorias -ahora telefónicas- su presencia en otro 8M histórico del que se han hecho eco ya diversos medios internacionales. “El empeño del feminismo actual es contagiar a toda la sociedad con su compromiso de erradicar la violencia”. Son palabras de la periodista Nuria Varela en ‘Feminismo para principiantes’. Palabras que lo dicen todo. Ese mismo día, 8 de marzo, un hombre de 80 años mató a su mujer de un tiro, siendo ésta la primera víctima de un fin de semana con tres mujeres asesinadas a manos de sus maridos.