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Publicado: Vie, Abr 27th, 2018

[ CARLOS HERNÁNDEZ DE MIGUEL. AUTOR DE ‘LOS ÚLTIMOS ESPAÑOLES DE MAUTHAUSEN’ ]: “Lo que quieren los supervivientes es que se concozca la verdad para que no se repita la Historia”

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[ Emilio Vega. MÁS ] Carlos Hernández de Miguel es periodista y experto en comunicación empresarial y política. Inició su carrera profesional en Antena 3 Televisión como cronista parlamentario en el Congreso de los Diputados. Posteriormente ejerció de corresponsal de guerra en diversos conflictos internacionales como Kosovo, Palestina, Afganistán o Iraq. Ostenta el premio Víctor de la Serna al mejor periodista de 2003, concedido por la Asociación de la Prensa de Madrid, y el Ortega y Gasset de periodismo, otorgado a los enviados especiales a Irak como mejor cobertura informativa de ese mismo año. El próximo 3 de mayo presentará en Aranjuez su libro ‘Los últimos españoles de Mauthausen’ junto a Ioannes Ensis, ilustrador del comic, complementario al libro, ‘Deportado 4443’.

¿Cómo surge ‘Los últimos españoles de Mauthausen’?

Surgió por una motivación puramente personal. Cuando yo era solo un niño, cada año venía a pasar el verano con mi familia un tío mío que vivía en Francia. No sé exactamente por qué, pero su personalidad me marcó mucho. Su amor por los libros, su tolerancia… Era una persona que tenía color en aquella España gris del final del franquismo y de los primeros años de titubeante democracia. Aunque ya entonces escuché que había estado en un lugar llamado Mauthausen, en aquel momento no tenía años, educación ni inteligencia para valorar lo que eso significaba. Fue muchos años después cuando fui consciente de la oportunidad que había perdido de haberle preguntado, de haberme interesado por su historia… En ese momento él ya había fallecido y me sentí muy estúpido por no haber estado más cerca de él. Eso se quedó ahí grabado, en mi corazón y mi cerebro, para siempre. En 2012 cambié el enfoque de mi trabajo como periodista y dispuse de más tiempo libre. En ese instante se me ocurrió aprobar la asignatura que tenía pendiente y me puse a investigar la vida de mi tío. Lo hice pensando en que la información que obtuviera quedaría para mí y para mi familia. Sin embargo, según avancé en la investigación y fui conociendo la verdadera historia de esos más de 9.000 hombres y mujeres españoles que como mi tío pasaron por los campos de concentración nazis, me embargaron dos sentimientos: el primero de emoción, al ser consciente de su infinito sufrimiento, y el segundo de profundo cabreo. Cabreo porque yo, con 45 años de edad y 25 años de experiencia como periodista, no tenía ni idea de este tema. No me lo habían contado en la escuela ni en el instituto ni en la universidad. Ni a mí ni a nadie. Fui consciente de que nos habían ocultado adrede este y otros capítulos de nuestra historia reciente y me sentí enfadado, pero también triste. Triste porque estos hombres y mujeres son considerados héroes en el resto del mundo, mientras que en España les hemos dejado morirse sin ningún tipo de reconocimiento. Fue por este cúmulo de sentimientos y de conocimientos por lo que tomé la decisión de realizar una investigación a fondo y después intentar difundirla por todos los medios posibles para acabar con ese injusto e injustificable desconocimiento.

El libro evidencia un trabajo arduo y difícil, con varias entrevistas a supervivientes. ¿Cómo se mentalizó para escribir una historia de este calibre?

Quizás me ayudó mi pasado como corresponsal de guerra. Ver de primera mano el horror de un conflicto bélico te enseña a crearte una especie de parapeto psicológico. Tu objetivo como periodista es ir, observar el horror y contarlo. No puedes dedicarte a llorar, aunque a veces no puedas evitarlo. Tienes que mantener esa pequeña distancia que te permita cumplir tu papel, que no es otro que contar lo que está ocurriendo en aquel infierno. De alguna manera sumergirme en los campos de concentración nazis fue algo parecido. Tenía que entrar en ellos a través de los documentos que permanecen en los archivos y mediante el relato de los supervivientes. Tenía que meterme entre tanto dolor para poder contarlo de forma rigurosa. A pesar de todo te confieso que fue especialmente duro entrevistar cara a cara a cerca de 20 supervivientes españoles. Ver a esos hombres y mujeres, con más de 90 años de edad, ponerse a llorar como niños recordando lo que pasaron entre las alambradas nazis… es durillo. En cualquier caso, los periodistas o los historiadores somos simples testigos y nuestro dolor es una pura anécdota, una minucia al lado de lo que sufren las víctimas de las guerras y, por supuesto, quienes pasaron por los campos de la muerte de Hitler.

En ‘Los últimos españoles de Mauthausen’, además de las víctimas, también se habla de sus verdugos y sus cómplices, con un claro objetivo de esclarecer lo que ocurrió…

Absolutamente. Es necesario conocer las penurias por las que pasaron los españoles deportados a los campos nazis, pero aún es más importante saber las razones por las que acabaron allí y señalar con el dedo a los responsables de que eso ocurriera. Hitler les envió a los campos de la muerte, pero él no fue el principal responsable ni el único. El principal culpable de que más de 9.000 españoles y españolas fueran deportados a lugares como Mauthausen no fue otro que Franco. Junto a él situaríamos al Mariscal Pétain que entonces presidía la Francia colaboracionista y al propio Hitler. Ellos tres fueron los máximos culpables, pero tampoco debemos olvidar la responsabilidad que tuvieron, por ejemplo, las empresas que utilizaron a los prisioneros de los campos como trabajadores esclavos. Hablamos de empresas alemanas que hoy siguen resultándonos muy conocidas como Volkswagen, Bayer o Siemens; pero también de multinacionales estadounidenses que fueron claves para el ascenso de Hitler al poder y que también utilizaron a los deportados como esclavos. Compañías como Standard Oil, Ford, General Motors o IBM tienen un capítulo muy negro en su historia que todos debemos conocer. De todos estos verdugos y de algunos más hablo en el libro apoyándome en numerosa documentación.

El libro es duro y estremecedor pero indispensable para conocer la historia en primera persona. ¿Tiende el ser humano a olvidar el pasado?

Sí y es algo muy peligroso. Solo debemos mirar hacia Hungría, Austria o Francia para darnos cuenta de que partidos neonazis y de extrema derecha están ya tocando poder o están a punto de hacerlo. Esa es una prueba de lo mucho que olvidamos el pasado y lo poco que aprendemos de él. Y si eso ocurre en el resto de Europa donde se ha estudiado en las escuelas la verdadera historia del nazismo y de la II Guerra Mundial… ¡qué no pasará en España donde nos han inculcado una mentira histórica tras otra! En nuestro país la dictadura manipuló lo ocurrido, creó un relato falso de los hechos y se lo inoculó a la población durante 40 años en las escuelas, las iglesias, los trabajos y los medios de comunicación. El problema es que ese relato falso no fue corregido cuando llegó la democracia a nuestro país. Con el miedo que había a un golpe de Estado y bajo el argumento falaz de “no reabrir heridas” se optó por dejar las cosas como estaban. Y dejarlas como estaban significaba tolerar las mentiras de la dictadura o, en el mejor de los casos, mantener una equidistancia entre el falso relato construido por los franquistas y la verdad histórica. Que hoy tengamos que discutir todavía si Franco era un dictador o que algunos partidos políticos democráticos se nieguen a condenar la dictadura o a quitar las calles dedicadas a criminales franquistas es una prueba clara de que en este país tenemos un serio problema.

El Gobierno de Aranjuez rinde homenaje a sus deportados en Mauthausen, un hecho que reconoce a las víctimas pero que no es muy habitual en muchas localidades españolas…

Es otra prueba más de lo que decía antes, del problema que tenemos en España, de la demostración de que somos una anomalía en la Europa democrática. Actos como el de Aranjuez no solo son necesarios y justos, es que son un acto de normalidad democrática. Este tipo de homenajes se realizan en Francia, Alemania, Holanda o el Reino Unido desde 1945; y se siguen realizando a día de hoy. Lo anormal no es lo que hace Aranjuez, lo anormal es que no se hagan actos similares en todas y cada una de las localidades de España. Lo anormal es que se realicen homenajes a la División Azul que luchó codo con codo con las tropas nazis. Eso sí que no se hace en ningún otro lugar del mundo. Hay que decir las cosas claramente: en España existe una condescendencia con el fascismo porque un sector de la sociedad, incluidos algunos políticos, se niegan a desembarazarse de la capa franquista que siguen llevando sobre sus hombros. Afortunadamente cada vez son más los municipios y las comunidades autónomas que han seguido el ejemplo de Aranjuez y homenajean a estos hombres y mujeres que si sufrieron y murieron en los campos nazis fue por defender nuestra libertad.

Mucha gente desconoce los inicios de los exiliados españoles en Francia, pero desde el principio conocieron los campos de concentración, antes incluso de conocer a los nazis…

Así es. Fue en febrero de 1939 cuando medio millón de españoles, la mitad mujeres y niños, cruzaron la frontera huyendo de las tropas franquistas. La democracia francesa les recibió como a perros y les encerró en recintos sin las más mínimas infraestructuras, cercados por alambradas. No había cámaras de gas, pero eran campos de concentración. De hecho un mínimo de 14.000 españoles ¡14.000! murieron de hambre, frío y enfermedades en aquellos campos.

Huyeron de las tropas franquistas y lo que encontraron fue peor, ¿por qué lo hizo el Gobierno francés?

Hay varios motivos. El principal es puramente político. El Gobierno de Daladier era tan conservador que algunos de sus miembros acabarían, meses después, formando parte de la Francia colaboracionista dirigida por el filonazi Pétain. Igual que estos políticos pensaba una buena parte de la sociedad francesa que no veía con malos ojos a Hitler ni a Franco y que, sin embargo, creía que los españoles que atravesaban los pirineos eran peligrosísimos comunistas. Los políticos conservadores y sus periódicos hicieron creer a sus ciudadanos que ese medio millón de españoles eran asesinos que les robarían, violarían a sus mujeres y les quitarían el trabajo a los franceses de bien. Un discurso y una situación que recuerda bastante a lo que estamos viendo en estos tiempos con las personas que huyen de la guerra de Siria.

Sin embargo luego les necesitó y les utilizó… hasta que les traicionó…

Antes de nada les maltrató como hemos dicho y les presionó para que volvieran a España, aún a sabiendas de que allí les esperaba la cárcel o el pelotón de fusilamiento. A aquella Francia le daba igual lo que le pasara a ese medio millón de “indeseables”. Es cierto que cuando ya parecía inminente la invasión alemana, las autoridades francesas cambiaron de actitud e intentaron aprovecharse de esos refugiados españoles. Empezaron a presionarles para que se alistaran en el Ejército francés y muchos de ellos acabaron haciéndolo, no tanto por convicción, sino para huir de las pésimas condiciones de vida de los campos franceses. Esos españoles acabarían siendo capturados por las tropas alemanas en mayo y junio de 1940. Y, efectivamente, después del vergonzoso armisticio firmado por Pétain y apoyado por la parte filonazi de la sociedad gala, Francia se olvidó de esos españoles que habían sido hechos prisioneros formando parte de su Ejército y defendiendo su bandera.

¿Qué encontró en la mirada de cada superviviente con el que se entrevistó?

Convicción y unos principios intactos. A todos ellos les pregunté si, visto el infinito sufrimiento al que les condujo, se arrepentían de haber defendido primero la República y después la Europa democrática frente a los nazis. Todos me respondieron, casi ofendidos, “¡No! ¡Eso nunca!”. Lo que no encontré, en cambio, fue rencor. Obviamente todos desprecian el fascismo y lo que representa, pero no guardan odio. Lo que todos quieren, tal y como me resumió el gaditano Eduardo Escot un año antes de morir, es que se conozca la verdad para que cada uno quede situado en el lugar de la Historia que le corresponde y también para que no se repita.

¿Qué responsabilidad tuvo la dictadura franquista en la deportación de estos españoles y en la muerte de miles de ellos?

Toda. Lo he mencionado antes de pasada pero merece la pena extenderse en este punto. Estos 9.300 españoles y españolas jamás habrían acabado en los campos de concentración nazis de no ser porque Franco, directamente, así lo decidió. En el libro aporto numerosas pruebas documentales sobre ello. La verdad es que resulta hasta un poco ridículo tener que argumentarlo porque los dos regímenes, el franquista y el nazi iban de la mano desde su nacimiento. Hitler llenó España de agentes que participaron en la organización del golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Cuando este fracasó, la ayuda militar alemana fue determinante para que Franco acabara ganando la guerra. Eran aliados, amigos, hermanos… Ya desde 1938 la Gestapo y la policía española mantenían un acuerdo para intercambiar información y extraditar opositores políticos. Ese es el contexto de hermandad total entre Berlín y Madrid cuando se producen las deportaciones de estos españoles a los campos de concentración nazis. Contamos con cartas en las que la embajada alemana en Madrid pregunta al Gobierno de Franco sobre lo que quiere que hagan con los españoles que permanecían refugiados en Francia. El hombre fuerte del régimen y cuñado del dictador, Ramón Serrano Suñer, contestó en un telegrama que solo le interesaba detener a determinados líderes republicanos y que del resto se desentendía por completo. El propio Serrano Suñer viajó a Berlín en septiembre de 1940; allí se reunió con Hitler, con Himmler y con toda la cúpula del Reich. Pues bien, el mismo día que abandonaba la capital alemana es cuando se cursó la orden desde la Oficina de Seguridad del Reich a todas las comisarías de la Gestapo en la Europa ocupada para que sacaran a los españoles, y solo a los españoles, de los campos de prisioneros de guerra en los que se encontraban y los enviaran a Mauthausen. Ese fue el fruto de la visita de Serrano Suñer a Berlín, la orden de exterminio para miles de españoles.

Durante la conferencia también se va a presentar el cómic ‘Deportado 4443’, complementario al libro e ilustrado por Ioannes Encis. ¿Qué podemos encontrar en él y que se pretende con este trabajo?

Como he dicho al principio de esta entrevista, mi objetivo era difundir por todos los medios este capítulo olvidado de nuestra historia. Intentar que llegara al mayor número de gente posible. Por eso además del libro abrí la web deportados.es, un grupo en Facebook y una cuenta en Twitter con la que conseguí llegar a miles de jóvenes españoles. Precisamente uno de los seguidores de esa cuenta de Twitter fue el ilustrador Ioannes Ensis que sintió la necesidad de plasmar esta historia en dibujos. Contactó conmigo y nos pusimos manos a la obra. El mérito de este libro cómic es todo suyo porque además de tener la idea, ha creado unas ilustraciones increíbles que, literalmente, te meten en la piel de los españoles que pasaron por Mauthausen. Creo que el resultado de su trabajo es espectacular y, de hecho, son muchos los centros educativos que han contactado con nosotros para utilizar el cómic como herramienta para acercar esta historia a los estudiantes. Eso es lo más gratificante.

Sabemos que está trabajando en un nuevo proyecto sobre los campos de concentración franquistas en España… ¿Está el Gobierno español ninguneando esta época y obviando la Ley de la Memoria Histórica?

No hace falta que lo diga yo, ya lo dice el propio presidente del Gobierno que se enorgullece públicamente de haber derogado, de facto, la ley al no dotarla de presupuesto alguno. Es algo muy triste, muy triste. Yo envidio la derecha alemana de Angela Merkel o la francesa de Macron ahora y antes de Giscard o de Chirac. Son conservadores, de derechas, pero se declaran abiertamente antifascistas. ¡Es lo lógico y lo democrático! Lo que no es normal, y repito la idea que lanzaba antes, es lo que ocurre en este país. No es normal tener enterrado a un dictador asesino como si fuera un faraón en el Valle de los Caídos; no es normal que haya calles, plazas y estatuas dedicadas a dirigentes de la dictadura; no es normal que se quiera equiparar una democracia imperfecta, pero democracia, como la republicana con una cruel dictadura; no es normal que se honre a los verdugos y se humille a las víctimas. Que nadie se lleve a engaños. Todo esto no es normal y no ocurre en ningún otro país del mundo. Cuando le cuento todas estas cosas a historiadores extranjeros… me miran con lo ojos como platos, pensando que les estoy tomando el pelo. Les cuesta creer que pueda pasar todo esto en un país democrático como es España.

PRESENTACIÓN DE ‘LOS ÚLTIMOS ESPAÑOLES DE MAUTHAUSEN’ y ‘DEPORTADO 4443’ AUDITORIO JOAQUÍN RODRIGO. CENTRO CULTURAL ISABEL DE FARNESIO JUEVES 3 DE MAYO. 19,30 HORAS

Sobre el Autor

- Diseñador gráfico del Semanario MÁS.

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