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Publicado: Vie, Sep 29th, 2017

Sobre ratones y banderas

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[ Paco Segura ] Faltan tan sólo unos días para el uno de Octubre y el experimento continúa. Un cristal por el que mira el mundo tapa un laberinto artificial en el que dos grupos de ratones corren sin dirección en busca de una coartada como escapatoria. Para mantenerles activos de cuando en cuando son azuzados mediante viejas arengas lanzadas desde altavoces envueltos por banderas. Es curioso comprobar la forma que puede afectar en los sentimientos de un animal unas franjas de colores impresas en un trozo de tela. Una combinación cromática que simbolice la posesión de algo nubla inmediatamente cualquier capacidad de raciocinio. Inofensivos roedores se transforman en feroces depredadores. Se ha cuidado mucho que los ratones de ambos equipos no sean iguales. Hay unos muy orgullosos, pero con un marcado complejo de inferioridad, que anhelan convertirse en ciudadanos de pleno derecho de un país imaginario. Los otros, por el contrario, tienen un fuerte toque autoritario y lo acompañan de un trastorno de personalidad que les hace creerse gatos y ratones a la vez. Las normas, inventadas sobre la marcha, dicen explícitamente que se debe hacer todo lo posible para evitar que individuos de ambos bandos puedan entablar comunicación alguna. Cualquier muestra de acercamiento o gesto mal entendido podría dar al traste con la prueba, y de paso con la confrontación. Como señuelos se han ido dejando estratégicamente aromáticos pedazos de queso repartidos por el recorrido. Tan sabrosos y bien presentados que a un ratón cualquiera no le importaría tropezar contra alguna esquina para poder atrapar. De hecho, los animalitos chocan repetidamente, sabiéndose en posesión de esa inmunidad total que otorga la superioridad moral. Se hallan tan cegados en su propósito de anular el objetivo del oponente que la mayoría de las veces quedan atrapados frente a paredes infranqueables donde la ley nunca llegó. Cuando alguien echa de menos algo de ruido se monta una batalla campal en ciento cuarenta caracteres. La intensidad sube de nuevo. Cada pedazo de queso conquistado se vende como una victoria total sobre el adversario y cualquier propuesta de armisticio se contempla poco menos que como una quimera. Al otro lado del cristal, los espectadores de esta competición lamentable cruzan apuestas, pronosticando el momento donde los ratones por fin descubran que en ese laberinto donde llevan años y años dando vueltas nadie ha colocado ninguna salida.

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