Un cuento de Calleja para Godoy
En el acto de Homenaje a Godoy, hoy viernes a las 21,30 h., en el antiguo lagar, se distribuirá un opúsculo que reproduce un cuento de Calleja dedicado a Manuel Godoy en su colección ‘Así se escribe la historia’. La editorial Calleja fue creada por Saturnino Calleja en 1876 y permaneció en activo hasta 1958. Una larga trayectoria en la que publicó millones de ejemplares de libros y opúsculos de temática variada, transformándose en un fenómeno popular cuyos ecos aún perduran transformados en muletillas de uso generalizado como ‘Así se escribe la Historia’ o ‘Tienes más cuentos que Calleja’.
[ Ricardo Lorenzo. MÁS ]
El cuento de Calleja no solo será repartido a los asistentes a las Fiestas de San Isidro en el Cortijo, también será representado. El diálogo entre el niño y el abuelo, en la adaptación que ha realizado Alfonso Segovia, se completa con un coro muy particular: los integrantes del Foro Cívico encarnarán a testigos de la historia como Larra, Blanco White, Mesonero Romanos, Pío Baroja, Cela, María Rosa de Gálvez y hasta el mísmisimo Godoy. Se reserva en alto secreto el contenido de un sketch que tiene como protagonista a Pepita Tudó que será interpretada por una actriz residente en el Cortijo. La música estará a cargo de otro vecino del lugar que llegó desde la antigua Persia, el sufrido Irán actual: Alí Reza. Así se escribe la historia Manolito, leyendo alto: “Don Manuel Godoy fue el favorito del Rey Don Carlos IV, y causó con su privanza grandes perjuicios a España…” El Abuelo: ¿Qué estás diciendo, muchacho? Manolito: Lo que pone esta Historia de España, abuelito. Abuelo: ¡Válgame Dios y qué cosas se escriben! Parece mentira. Realmente sería una obra meritoria la de emprender un trabajo, que podríamos llamar de reparaciones históricas, con el fin de rehabilitar la buena fama de que merecieron gozar muchos personajes, injustamente juzgados por sus contemporáneos. Se ha dicho de Godoy todo lo peor, sin que nadie haya tenido caridad de su memoria. Durante la vida de Carlos IV, según él mismo declara en sus Memorias, le fue prohibido defenderse; pero a la muerte del Rey, su protector, y de Fernando VII, publicó un extenso libro, en el cual se defendió de cuantos cargos se le dirigieron. “Soy viejo” -dice-, tengo hijos y una larga cadena de ilustres ascendientes. A los unos y a los otros soy deudor de la rica herencia de honor que éstos me dejaron y aquéllos me reclaman. La calumnia muere con el hombre oscuro, pero vive y subsiste en pie derecho sobre el túmulo del hombre público. Y esta deuda no es tan sólo a los míos a quien le debo; que a mi patria le soy también deudor de mi defensa…”. Para que veas, hijo mío, hasta qué punto se tienen falsas noticias de Godoy, que uno de sus biógrafos dice que era gran tocador de flauta, cuando el Príncipe de la Paz no sabía música. Otro añadió que punteaba la guitarra como un maestro, y hasta que bailaba el bolero. Era don Manuel Godoy natural de Badajoz, donde nació el año 1767, hijo de familia noble y bien acomodada, y no de un carretero, como aseguran algunos de sus biógrafos. Llegó a Madrid en 1784, ingresando en los Guardias de Corps. De allí, el afecto de los Reyes le llevó al puesto de primer ministro. La mayor parte de las reformas que en la enseñanza se introdujeron en los principios del siglo XIX, a él son debidas. La enseñanza primaria adquirió en su tiempo gran desarrollo; fundó la Escuela de Veterinaria, colocando a su frente personas de reconocida capacidad, haciendo traducir y publicar, por cuenta del Estado, las mejores obras de las demás países; amplió los estudios de la Facultad de Medicina, creando en la de Madrid el Hospital Clínico de San Carlos, para que los alumnos pudieran estudiar fácil y prácticamente, y creó en él doce plazas de alumnos internos, para estimular a los de más provecho. Mejoró notablemente notablemente la enseñanza de la Farmacia, que estaba muy descuidada. Desde la reforma de Godoy se hicieron necesarios estudios más serios para hacerse médico. Creó las cátedras de Física experimental, Química y Botánica aplicadas a la Medicina. Pero Godoy sabía muy bien que hay médicos que son buenos cristianos, y que la Medicina, como una de las ciencias, es también hija de Dios, como lo es la Filosofía y la Teología. Fundó el Cuerpo de Ingenieros cosmógrafos, para el estudio de la Astronomía y la alta Matemática; fomentó la publicación de libros de ciencias económicas, desconocidos entonces en nuestro país, entre ellos el famoso Adam Smith, titulado ‘Investigaciones de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones’; el ‘Diccionario de Agricultura’, de Rozier; ‘Elementos de teñir’, por Berthelot, y otros muchos. En 1794 estableció, agregado al Real Observatorio, un taller de instrumentos astronómicos y físicos, y una enseñanza pública de todos aquellos principios de Geometría, Astronomía y Física de que deben estar adornados los que se dediquen a esta profesión. Creó una escuela del arte de tornear y fabricación de alambres; un taller de muebles y adornos de mármoles, y la fábrica de orfebrería del célebre Martínez, llamada vulgarmente Platería de Martínez, establecida donde está hoy el Savoy Hotel. Fundó en Cádiz y otros puntos fábricas de lonas, productos que antes venían del extranjero, y hasta una escuela para la fabricación de flores artificiales, bordados de plumas, etc. La escuela de sordomudos débese a la iniciativa del Príncipe de la Paz, título que recibió don Manuel Godoy. La casa de Expósitos recibió muy especialmente el apoyo de este ministro, que proveyó a las necesidades de los niños abandonados, con una largueza que no hemos visto, por desgracia, en estos tiempos. Él fue también quien impidió que dirigieran las obras de construcción los que no fueran arquitectos, acabando así con el mal gusto imperante, originado por gente sin ciencia. Las artes tuvieron en él su más decidido protector. Por su iniciativa se tradujeron y publicaron las más hermosas obras clásicas de la antigüedad. En Madrid se creó la Real Escuela gratuita de Taquigrafía; en Santander otra de Dibujo, Arquitectura y Geometría; se creó en la Milicia la enseñanza de cadetes y sargentos; se plantearon en todas las provincias Escuelas de Agricultura; creóse en Sevilla el Colegio de San Telmo; en Cádiz tres cátedras de Comercio; en Granada el Instituto de Letras y Ciencias. En las artes militares hizo traducir cuantas obras notables existían en el mundo. Otro tanto hizo en legislación y en todas las manifestaciones del saber humano. Tanto hizo, que fuera necesario una obra, y muy voluminosa, para consignarlo, y esto en seis años de Ministerio y en circunstancias tan azarosas para la Patria como la guerra de Francia y el desasosiego interior causado por las ideas de la Revolución francesa. No quiero ocuparme, hijo mío, del Príncipe de la Paz como hombre político, porque ese estudio no tiene para ti gran interés. Sólo he de decirte que los historiadores imparciales reconocen en don Manuel Godoy un gran talento, una penetración notable y una ilustración que le honra. Por aquel tiempo declaró España la guerra a Portugal, y el Príncipe de la Paz, puesto al frente del ejército, logró en muy pocos días la conquista de Olivenza, que quedó unida a España, y la de otras varias poblaciones, después de haber derrotado al ejército portugués. En sus tratos con Napoleón, aunque no fue afortunado, demostró su perspicacia, pues no consiguió el Emperador francés engañarle acerca de sus siniestros designios sobre las personas reales españolas. Así consta y puede verse en la estafeta oficial que los eruditos conocen, aunque no haya habido nadie que se haya tomado el trabajo de publicarla. Y, por último, fue agradecido a aquellos a quienes todo lo debía, pues cuando Carlos IV abdicó en Aranjuez la corona en su hijo Fernando VII, Godoy acompañó a los Reyes destronados, mientras vivieron, y soportó con ejemplar resignación cuantas calumnias se inventaron en su contra, sólo porque el bondadoso Carlos le dijo: “No quiero que mientras viva mi hijo publiques nada ni aun en defensa porque eso habría de perjudicarle”. Este hombre, que llegó a los primeros puestos de la nación, y que fue verdaderamente útil a su patria, estuvo a punto de perecer a manos del populacho en un celebre motín organizado por sus enemigos. Y el que había logrado llegar a tanta altura, murió en París, en la mayor pobreza, el 4 de octubre de 1851. Manolito.- ¿Verdad, abuelito, que fue una gran injusticia la que hicieron con aquel hombre? Abuelo: Tal y tan grande, que me pareció caso de conciencia el decirte estas cosas al oir lo que el libro que estudias dice del desgraciado Godoy. Muchas figuras históricas han padecido injusticias semejantes a causa de la envidia que produce siempre el rápido encumbramiento, y por eso la Historia tiene el deber de separar entre sus estudios los que se hallen inspirados en la mentira; pues por algo a la Historia llamó Cicerón “luz de la verdad y testigo de los tiempos”