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Publicado: Jue, Abr 27th, 2017

María Teresa Toral: Franco, ‘Penicilina’ y una mujer silenciada

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En el número 518 de «Más», la semana pasada, nos congratulábamos de la inauguración, el 26 de abril, de una nueva planta de ERCROS en Aranjuez dedicada a la producción de antibióticos. ERCROS, la antigua «Penicilina» como aún se le sigue llamando, se instaló en Aranjuez en 1949 y fue inaugurada oficialmente por Franco en junio de 1951. En la creación de “Penicilina” jugó un papel destacado una científica republicana , María Teresa Toral, rescatada del interesado olvido por Antonina Rodrigo, en 2012, en “Una mujer silenciada. Mª Teresa Toral. Ciencia, romiso y Exilio”

[ Ricardo Lorenzo. MÁS ] El 27 de junio de 1951 Aranjuez amaneció engalanado con banderas, gallardetes y colgaduras con los colores nacionales. A partir de las 9 de la mañana (según informaba ABC al día siguiente)   «las calles se hallaban repletas de un inmenso gentío, que aguardaba con impaciencia la llegada del Caudillo, para tributarle una entusiástica y cordialísima acogida». Franco (acompañado de varios ministros) llegó a Aranjuez para visitar las instalaciones de Experiencias Industriales, la Sociedad de Cables Eléctricos,  Manufacturas Fotográficas Española y la Compañía Española de Penicilinas y Antibióticos. Franco y su séquito visitaron la fábrica y la recorrieron a toda pastilla (de allí saldrían disparados para asistir a un almuerzo en el Jardín del Príncipe): «El Caudillo, con los ministros y personalidades, recibió las explicaciones del señor Robert, ante un gráfico, y a continuación vio prácticamente el enlace de las distantes fases de obtención de penicilina, recorriendo las salas y demás dependencias. A la salida de Su Excelencia de esta industria los altavoces colocados en la puerta interpretaron, al igual que a su llegada, el Himno Nacional, y todas las sirenas de la fábrica hicieron escapar su intenso sonido» (ABC). El dictador abandonó la fábrica de Penicilina muy complacido, ignorante de que buena parte de las instalaciones que había recorrido, admirado y elogiado, estaban supervisadas por una de sus más peligrosas enemigas: una mujer pequeña, con cicatrices en el rostro, la química María Teresa Toral, que muchos años después (en México y gracias a su arte) lograría meterlo para siempre en el Infierno. La incansable investigadora Antonina Rodrigo que ha  traído desde la sombra del ominoso olvido interesado los nombres de tantas mujeres de la República («Mujeres de España») publicó en 2012, en la editorial Ariel, «Una mujer silenciada. Mª Teresa Toral. Ciencia, Compromiso y Exilio» , rescatando la biografía de esta mujer única, irrepetible, adelantada a su tiempo. Mª Teresa Toral nació en Madrid en 1911 en el seno de una familia pudiente e ilustrada, amante de la cultura, de las artes, de la música. Tuvo una educación poco usual en su época. Desde niña pintaba, tocaba el piano, dibujaba, estudiaba idiomas con sorprendente facilidad (llegó a dominar seis lenguas incluida la rusa), leía sin pausas. Tales dotes artísticas indicaban un camino prefijado que ella no siguió sorprendiendo a todos cuando decidió que lo suyo era la Ciencia. Sus años de formación académica se desarrollan durante la dictadura de Primo de Rivera en plena agitación estudiantil. En 1933 se licencia en Ciencias Químicas por la Universidad de Madrid obteniendo el Premio Extraordinario con su trabajo «Estudio de la actividad óptica de los compuestos químicos». Pero, incluso antes de licenciarse, en 1932, de la mano de su maestro Enrique Moles, entró en el recién creado Instituto Rockefeller. Juntos inician una intensa labor de investigación especialmente sobre los pesos atómicos de varias sustancias.          Estalla la guerra y Mª Teresa se compromete con la defensa de la legalidad y en el Madrid sitiado pone sus conocimientos científicos al servicio de la defensa de la República y enseña a fabricar explosivos a los milicianos. Uno de ellos le estallará en la cara y le dejará huellas que la atormentarán para siempre. Tras el triunfo fascista, la cárcel. En dos ocasiones, de 1939 a 1941, en la  madrileña cárcel de Ventas (donde coincidirá con las inolvidables Trece Rosas) y de 1946 a 1948, en la cárcel de Ávila (por continuar con sus actividades antifranquistas en la clandestinidad y debido a la delación de un hombre al que amaba). Tras la liberación de su segundo encierro (el mundo científico internacional encabezado por la Premio Nobel Irene Joliot Curie, hija de madame Curie, se levantó en su ayuda) se dedicó a vivir haciendo trabajos menores y múltiples traducciones hasta que su antiguo maestro y amigo, Enrique Moles, le consiguió un trabajo en Aranjuez, en la fábrica de Penicilina. Lo cuenta Antonina Rodrigo: «Por recomendación de su profesor Enrique Moles, desde 1949 hasta 1956, María Teresa fue jefe de producción de productos farmacéuticos… Allí realizó el montaje de la instalación incluido el acondicionamiento de aire al 10% R.H. y estéril, para envase de penicilina y estreptomicina…». En 1956 (y gracias a la complicidad de un químico americano que trabajaba en Penicilina) logra salir de España y, vía París, llegar a México. Allí comienza a impartir clases en la Universidad y recupera una vieja afición artística, el dibujo y la pintura, y estudia grabado. Pronto se transforma en una grabadora de fama internacional (desconocida en España) e ilustra series inspiradas en obras de sus amigos León Felipe, García Márquez y su amado García Lorca. Será Pablo Neruda quien le sugiera una serie que le permitirá hacer justicia. «Hice una serie de grabados que se llama «El dictador Franco en los infiernos» en memoria de mis compañeras de prisión» (dirá en una entrevista a Elena Poniatkowa, en octubre de 1972). México también le deparaba un encuentro fundamental con un ex brigadista, el ucraniano Lan Adomian, músico, compositor, director de orquesta, el primero en musicalizar los versos de su amigo Miguel Hernández. Tiene razón Antonina Rodrigo al titular este capítulo final de su vida «El amor se demora». Pero finalmente llega. Tras la desaparición de su esposo  Mª Teresa Toral decide volver a Madrid, y muere al poco tiempo de su regreso, en 1994.

Sobre el Autor

- Abogado, periodista y escritor. Nacido en Buenos Aires, es vecino de Aranjuez desde 2001. Autor de varios libros, ensayos, novelas y obras de teatro, dirigió el Aula de Poesía José Luis Sampedro.

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