[ Paco Segura ]

Un algoritmo es un conjunto programado de pasos, instrucciones o acciones que se deben seguir para resolver un problema. Están por todas partes, nos rodean. Sirven tanto para hacer una búsqueda en internet como para elegir quien gobierna un país. Nos predisponen y manipulan, nos dicen lo que deseamos, lo que compramos y lo que vemos. En definitiva, en más de una faceta de nuestra vida dictaminan como somos. El sábado por la noche en TVE tenían un problema, uno bastante grande, porque el algoritmo aplicado les había fallado. El formato talent show para elegir el representante de nuestro país en el festival de Eurovisión arrojó una vez más un error de cálculo. Ganó quien no tenía que ganar. Estamos en una era tan tecnológica y cuadriculada que hemos enterrado el factor de la improvisación. Las corazonadas no existen, son impulsos de unos y ceros. Suele pasar últimamente que los algoritmos se equivocan, o quizá sean quienes eligen las variables que los completan. No hay operación matemática que soporte a un torpe. El pasado sábado Mirela venció cantando al algoritmo que pronosticaba la victoria aplastante de un clon prefabricado de Justin Bieber. Tan poco margen tenía el resultado que la maquinaria publicitaria del imberbe cantante estaba ya funcionando a pleno rendimiento horas antes de hacerse oficial el desenlace del concurso. Pero a veces surgen imponderables. La canción de la chica de Aranjuez había gustado más al público del programa. Gente de carne y hueso opinando en directo, qué barbaridad. Acto seguido el desconcierto, y tras él un bochorno. El algoritmo falseado, jurados con cara de póker y toda la tramoya de este espectáculo en prime time ofreciendo sus vergüenzas en la televisión de todos. Imagino que Mirela debe estar muy decepcionada porque demostró tener talento de sobra para haber ganado. Quizá por eso se merezca mucho más que la clásica suma de los cuatro puntos de Suiza y los diez de Portugal. A día de hoy, la única cuenta probable de España en Eurovisión.