Los peces nativos del río Tajo en Aranjuez, un patrimonio natural perdido
DESDE EL BALCÓN DEL RÍO
[ ASAMBLEA EN DEFENSA DEL RÍO TAJO EN ARANJUEZ ]
Si algo caracteriza a la fauna de peces ibérica es su alto grado de endemismos (especies que son exclusivas de la Península Ibérica), ya que al menos la mitad de las especies naturales que la forman no existen en ningún otro lugar, lo que le convierte en una de las de mayor tasa de endemismos del mundo. Pero es que dentro de la Península, la cuenca hidrográfica del Tajo es una de las que más riqueza de endemismos presenta.
La razón de todo esto está en el origen de nuestras especies, motivado por su antigüedad, que se remonta a hace 26 millones de años, época en la que aparecen los primeros ciprínidos, que es la familia a la que pertenecen la mayor parte de las especies que colonizaron la Península por el norte, antes de que se levantaran los Pirineos, tras lo cual esta fauna quedó aislada del resto de Europa. Posteriormente, en el Mioceno, con la desecación del Mediterráneo, la Península volvió a quedar expuesta a intercambios de fauna con Europa y el Norte de África, hasta que hace 5,5 millones de años se abrió el Estrecho de Gibraltar y nuestra fauna acuícola quedó ya aislada de forma natural hasta nuestros días. El tiempo y la evolución hizo el resto, por lo que volviendo a la cuenca del Tajo y centrándonos en el río a su paso por Aranjuez, las especies autóctonas que han estado presentes antes de su alteración asciende a nueve. De esas nueve especies todas son endémicas excepto dos: la anguila y la tenca. Tenemos, por tanto, siete especies que no existen en ningún otro lugar del mundo más que en la Península Ibérica y que han habitado nuestro Tajo, antes de que una combinación de graves alteraciones las desalojasen de sus aguas, en su mayoría de manera total. Las especies De las nueve especies, excepto la anguila y la colmilleja, todas las demás pertenecen a la familia de los ciprínidos, que es la misma familia de la carpa, si bien esta especie no se incluye en este elenco, ya que se trata de una especie exótica totalmente extraña a la fauna autóctona del río, aunque lleve en nuestras aguas ya varios siglos. Anguila (Anguilla anguilla): es una especie migratoria que desova en el mar para completar su ciclo reproductor, por lo que la construcción de las grandes presas en el Tajo sin escalas o pasos de peces, fueron las responsables de la desaparición de las poblaciones naturales del río. Hoy día, ya que la especie tiene una longevidad conocida de 30 años, solamente podrían existir ejemplares procedentes de reintroducciones realizadas por la Administración, de la que se tiene conocimiento de una realizada en la década de los 90 del siglo pasado. De hecho en aguas abajo de la presa de Almoguera este año se han capturado varios ejemplares durante unas obras de limpieza y reparación en dicha infraestructura. Bermejuela (Achondrostoma arcasii): es un endemismo ibérico de alimentación basada principalmente en invertebrados bentónicos (del fondo del río). Ocasionalmente consumen detritos y algunas plantas. Los juveniles se sitúan en zonas someras de poca corriente en las orillas hasta el verano, momento en que migran hacia zonas de mayor profundidad y corriente. Freza en tramos someros de poca corriente, cerca de las orillas, sobre sustratos finos. Barbo común (Luciobarbus bocagei): endemismo ibérico de hábitos bentónicos (de fondo), se alimenta principalmente de larvas de insectos y detritos. También incluye en su dieta ovas y plantas acuáticas. Los juveniles pueden alimentarse de plancton. Los individuos más grandes pueden depredar sobre juveniles de otros peces. Suele ocupar tramos medios y bajos, de cauce ancho, profundos, con sustratos finos, corriente lenta, aguas bien oxigenadas y vegetación de ribera abundante. Aunque frecuenta ríos de corriente lenta, en épocas de freza realiza migraciones río arriba pudiendo aparecer entonces en zonas de corriente rápida. Freza en tramos altos de corriente rápida, bien oxigenados, sobre fondos de piedra y arena. La hembra excava con su aleta anal un surco en el sustrato donde deposita los huevos. Comizo (Luciobarbus comizo): endemismo ibérico que vive en tramos medios y bajos de los ríos, con cauces anchos, profundos, corriente lenta, abundante vegetación de ribera y sustrato de cantos gruesos. Prefiere aguas con temperatura moderada y puede ocupar embalses. Se alimenta principalmente de invertebrados, teniendo una dieta más rica en plancton que la del barbo común. También puede alimentarse de ovas, plantas acuáticas y detritos, aunque de forma menos frecuente que en el barbo común. Los individuos más grandes pueden depredar ocasionalmente sobre juveniles de otros peces como el barbo común. Antes de la reproducción remonta los ríos hacia las zonas altas para realizar la freza en tramos altos de corriente y profundidad moderadas, sobre fondos de cantos gruesos. La hembra excava un surco con su aleta anal, donde deposita los huevos. Boga del Tajo (Pseudochondrostoma polylepis): endemismo ibérico exclusivo de la cuenca del Tajo que se alimenta principalmente del tapiz de diatomeas y otras algas microscópicas que raspa de las piedras y cantos. También puede alimentarse de vegetación acuática y en ocasiones de pequeños invertebrados y detritos. Vive en aguas de corrientes fuertes de tramos medios, con profundidad moderada y abundante vegetación de ribera. También es posible encontrarla en aguas remansadas y embalses, siempre que pueda realizar migraciones río arriba en época de reproducción. Es una especie gregaria, que antes de la reproducción remonta los ríos hacia las zonas altas para realizar la freza. Freza en tramos altos y someros, sobre fondos de grava y arena. Calandino (Squalius alburnoides): endemismo ibérico que habitaba en el arroyo de Martín Román, también conocido como Arroyo Cedrón, donde era muy abundante hasta la misma confluencia con el Tajo. Se alimentan de insectos acuáticos, aunque también pueden consumir otros artrópodos, semillas y materia vegetal. En general, viven en ríos estrechos con algo de corriente, en zonas de piedra y grava, profundidades no muy elevadas y abundante vegetación acuática. La freza se realiza en tramos de corriente moderada sobre fondos de grava y entre la vegetación acuática. Cacho (Squalius pyrenaicus): endemismo ibérico, en este caso siendo una especie fundamentalmente insectívora, que se alimenta de pequeños artrópodos que captura en el fondo del cauce y en la superficie del agua. Puede consumir otras presas como moluscos, crustáceos o materia vegetal. Los individuos grandes son capaces de capturar pequeños peces. Vive en medios muy variados, desde grandes ríos a pequeños afluentes. Prefiere zonas profundas, con velocidad de la corriente moderada y abundante vegetación sumergida. La reproducción ocurre entre los meses de mayo y julio, poniendo los huevos sobre fondos bien oxigenados de grava y piedras. Tenca (Tinca tinca): aunque es una especie muy difundida desde la Antigüedad, actualmente se considera autóctona en la Península, pero no endémica, ya que habita en buena parte de Europa. Es una especie omnívora, incluyendo en su dieta invertebrados del fondo del cauce, materia vegetal y detritos. Los ejemplares pequeños pueden capturar zooplancton. Presente en charcas, lagos, embalses y ríos con baja velocidad de corriente, con abundante vegetación sumergida y fondos blandos. Se entierra en el fango durante el invierno. Es tolerante a un bajo contenido de oxígeno disuelto en el agua y ríos muy regulados. En ríos no es una especie frecuente y sus poblaciones son escasas. Freza en zonas de escasa corriente, con vegetación acuática densa, que emplea para adherir las puestas. Colmilleja (Cobitis palúdica): especie endémica ibérica que se alimenta de larvas de insectos, otros invertebrados de fondo, algas y detritos. Pez que habita los fondos de las partes medias y bajas de los ríos, en tramos de poca corriente, fondos de arena y grava, y vegetación acuática. Para la freza selecciona tramos someros, con corriente moderada y fondos de arena y grava. Las hembras excavan nidos en el sustrato con la aleta caudal. Las causas de su desaparición No hay un solo factor de amenaza, sino que es una combinación de varios de ellos los que han llevado a la catastrófica situación de nuestras especies naturales, que ha supuesto su práctica erradicación del Tajo a su paso por Aranjuez y de otros municipios ribereños aguas abajo de los embalses de su cabecera. Pero en el Tajo, sin duda, hay dos básicos que además ejercen un fuerte efecto sinérgico entre ellos, la alteración de la dinámica fluvial del río como consecuencia del Trasvase Tajo-Segura y la introducción de especies exóticas. En primer lugar, la explotación del acueducto Tajo-Segura lo que está produciendo es, por un lado, una fuerte disminución de las aportaciones de agua que desde la cabecera de la cuenca deberían circular aguas abajo, ya que la mayor parte de las mismas son derivadas al sureste español. Lo que se deja, además de ser insuficiente para mantener la calidad ecológica de las aguas del río, no sigue en absoluto una dinámica fluvial siquiera parecida a la natural, por lo que los hábitats acuáticos se han ido transformando con los años, dificultando cuando no imposibilitando la presencia de las especies de peces autóctonas. No hay que olvidar que nuestros peces son especies de río, no de lagos, por lo que si las condiciones de la masa de agua pasan de un ambiente de río a un ambiente de lago, se están potenciando las mejores expectativas para beneficiar a otras especies que sí prosperan bien en aguas quietas como los embalses y aquí es donde se ven especialmente favorecidas la mayor parte de las especies exóticas. Cuando se introducen por el hombre, sea de manera premeditada o accidental, especies de otros lugares, esto es exóticas, pueden ocurrir dos cosas: que la nueva especie no prospere porque no se dan las circunstancias ecológicas que le sean favorables o porque las especies autóctonas depredan sobre ellas; o bien que tengan éxito y encuentren condiciones ecológicas que les benefician y además son ellas mismas las que depredan sobre las autóctonas. Precisamente esto último es lo que ha ocurrido, ya que nuestras especies naturales no son básicamente depredadoras y por otra parte sus hábitats se han transformado de tal manera que ya no son adecuados para ellas, pero sí para las nuevas visitantes que además, en general, son voraces depredadoras cuando no portadoras y transmisoras de enfermedades letales para nuestros peces autóctonos, que en este caso pasan a ser ya especies exóticas invasoras. A esto hay que unir que los propios embalses alteran gravemente los hábitats de los peces, ya que retienen las gravas y arenas que el río transporta desde aguas arriba, produciendo su sedimentación en los mismos. A cambio el río, aguas abajo de las presas, se sume en un proceso de incisión del cauce que altera gravemente los hábitats naturales del río, tanto del propio cauce como de sus riberas. No son estas, a pesar de ser tan importantes, las únicas amenazas para nuestra fauna de peces autóctona, pues hay otra gama de alteraciones producidas por el hombre debido a aprovechamientos del río, ignorando cualquier afección que pueda suponer al medio acuático. La presencia de obstáculos frecuentes en los cauces como presas y azudes, que no disponen de pasos para peces, impide la migración río arriba en época de reproducción, lo que ha afectado a la mayor parte de nuestras especies naturales que ya no pueden migrar río arriba en busca de los lugares adecuados de freza, al no poder superar esos obstáculos. Como consecuencia de ello se dificulta, cuando no impide su reproducción, decayendo sus poblaciones a unos niveles que les llevan a la extinción local al interaccionar las especies exóticas piscívoras o simplemente competidoras. La destrucción del hábitat por obras hidráulicas como canalizaciones y dragados, así como la extracción de áridos, puede ser especialmente grave cuando se llevan a cabo en los tramos con frezaderos, pero también cuando afecta a sus refugios y en general transforman los fondos naturales de los cauces. La contaminación por vertidos de aguas residuales industriales, de plantas de lavados de áridos de las graveras, urbanos y agrícolas, incrementan los sólidos en suspensión, alteran la calidad físico-química de las aguas y producen un aumento de la actividad de los microorganismos por el exceso de nutrientes que llevan a un proceso conocido por “eutrofización”, por el que disminuye el oxígeno disuelto en el agua y aumentan los organismos anaerobios (los que viven en ambientes pobres en oxígeno). Ante este panorama las especies más exigentes en aguas limpias y oxigenadas desaparecen. La presencia de contaminantes especialmente tóxicos en las aguas procedentes de los vertidos (detergentes, hidrocarburos, metales pesados, metabolitos de drogas y medicamentos,…), pero también de la contaminación agraria difusa por excesos de fertilizantes químicos y productos fitosanitarios, algunos de ellos muy tóxicos para la fauna acuática, como el glifosato, producen graves daños en toda la fauna acuática. La disminución del caudal y en general la alteración de la dinámica fluvial (crecidas, estíos, avenidas,…) se une a las anteriores alteraciones descritas, lo que lleva a que los fondos de arenas y gravas se tapicen de sedimentos finos que destruyen los hábitats naturales de las especies de peces autóctonas. La destrucción del bosque de ribera también constituye una alteración muy importante de los hábitats de las especies de peces naturales, pues necesitan su sombreado que contribuye a mantener una temperatura adecuada de las aguas, además de formar parte de otras relaciones ecológicas que tienen que ver con la alimentación, el refugio, etc. No se puede obviar el calentamiento global debido al proceso de cambio climático en que nos encontramos y la consecuente disminución del caudal debido a una reducción de las precipitaciones, que ya por sí solo suponen un grave impacto para las especies debido a la disminución de la calidad del hábitat. ¿Existe esperanza? Después de describir todas esas alteraciones no cabría, tal vez, más que preguntarse si realmente se puede hacer algo para revertir la situación y recuperar nuestras especies autóctonas. Para todas y cada una de dichas alteraciones siempre puede haber soluciones. Se pueden construir escalas o pasos de peces en las presas y eliminar los obstáculos que ya no tienen ninguna utilidad. Se puede mejorar, a niveles muy altos, los sistemas de depuración de aguas residuales. También se puede inferir en una mayor formación de los agricultores para evitar la contaminación de las aguas por mal manejo de sus explotaciones. Incluso evitar los vertidos ilegales sin ningún control ni depuración. Intentar controlar y en lo posible erradicar a las especies exóticas. Difundir información y formación a los pescadores para propiciar métodos de pesca sostenibles y para que contribuyan a evitar la propagación de las especies exóticas invasoras, que tanto daño ha hecho a nuestra especies nativas. Pero antes de nada, se debe recuperar el régimen fluvial de un río verdaderamente vivo. Un río tiene que tener capacidad propia para limpiarse, moverse, autodepurarse,… Para ello tiene que tener un régimen natural de caudales y en su defecto un régimen de caudales ecológicos que lo simulen, al menos para poder mantener a su fauna piscícola autóctona y su bosque de ribera. Y esto no debería parecer una utopía pues está escrito en la Ley, aunque nuestro río carezca de caudales ecológicos y su Plan hidrológico no sirva al que debería ser su principal cometido, que es el buen estado ecológico del Tajo y preservar el recurso en su propia cuenca. Ante todo esto, ¿hay alguna posibilidad de recuperar nuestros peces autóctonos?