‘Los Siete Locos’, de Roberto Arlt en un filme de Leopoldo Torre Nilsson
El lunes 25, a las 19,30 h., comienza en La Espiral el ciclo ‘Literatura y Cine’ en el que se proyectarán adaptaciones cinematográficas de grandes novelas de todos los tiempos
Con Roberto Arlt (1900-1942) nace en Buenos Aires la novela urbana, rabiosamente existencialista, dostoievskana. Arlt, hijo de inmigrantes, crecido en la miseria, sin estudios conocidos, pero voraz lector y febril escritor de descuidado estilo, encontró refugio en el periodismo, en la sección “policiales y sucesos” y posteriormente en sus ‘Aguafuertes porteñas’ (deudoras de Larra, a quien homenajeará en sus ‘Aguafuertes españolas’) en las que tomaba el pulso inmisericorde y lúcido a la ciudad y sus gentes. En 1926 publicó una novela con tintes autobiográficos que puso patas arriba la literatura argentina: ‘El juguete rabioso’ que tenía como protagonista a un adolescente y su aprendizaje de los códigos del hampa. En 1931 publica ‘Los siete Locos’ y en 1931 ‘Los lanzallamas’. Primera y segunda parte de una obra sorprendente por su ferocidad, pero también por su clarividencia, al pintar, a través de unos personajes marginales y resentidos, un estrafalario grupo terrorista, una sociedad en descomposición que augura el ascenso de los totalitarismos extremos que desencadenarán las décadas infames que culminaron en la Segunda Guerra Mundial, en los campos nazis y en los gulags soviéticos. Tiempos miserables que encontraron en Arlta su mejor cronista.
Nilsson (1924-1978), el director de cine argentino con mayor proyección internacional, logró en el Festival Internacional de Berlín el Oso de Plata con ‘Los Siete Locos’. La película no sólo impresionó al jurado sino que ganó también el favor de los públicos. Hasta entonces Torre Nilsson era asociado a filmes para minorías de Arte y Ensayo, infaltables en los festivales, pero deficitarios en taquilla. Torre Nilsson, aunque de clase alta, también era bastante arltiano (a él lo perdían el juego y las mujeres, el whisky y los excesos trasnochadores) y encontró en ‘Los siete locos’ un material de primera para dar rienda suelta a su creación echando mano de actores magníficos (Alfredo Alcón, Norma Aleandro, Héctor Alterio, Sergio Renán, Osvaldo Terranova, Telma Biral, José Slavin) para corporizar en la pantalla su idea del cine que que-ría hacer: “Un cine que ande parásito entre las afligentes tinieblas de un mundo en descomposición. Intuyendo, ganando pequeñas y tremendas batallas para el espíritu, gritándonos que el hombre todavía no ha sido derrotado por el hombre. Ajeno a superficiales modismos de presuntas minorías. Vital y sangran-te. Vivo y necesario. Ni cine-teatro, ni cine-pintura, ni de vanguardia, ni de masas. Un cine cálido y auténtico, producto de mi soledad, mi oficio y mi tristeza”.