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Publicado: Vie, Mar 27th, 2015

Antonio Alcalá Galiano: de la adulación al favorito al Motínde Aranjuez (yii)

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Caída_y_prisión_del_Príncipe_de_la_PazEn el Capítulo XI de las ‘Memorias de D. Antonio Alcalá Galiano’ (Ed. Rubi- ños, 1986) se presenta su versión sobre el derrumbe de Godoy en el famoso Motín. Alcalá Galiano vive aquél acontecimiento en Madrid sacudido por un rumor insistente: se estaría preparando la huida de los reyes hacia América: “Pronto llegaron del Real Sitio noticias graves. En la noche del 17 de marzo, habiendo ya manifestado la corte deseos de ponerse en camino y notándose síntomas de rebelión encaminados a impedírselo, y hecho el rey una declaración de que no se movería, mentira vergonzosa y de nadie creída, como anduviesen patrullando por un lado los guardias de corps y por otra parte los cazadores de la guardia particular del príncipe de la paz, tropa lucidísima y por las demás mirada con envidia, así como por el pueblo con odio, hubo de soltarse un tiro, cuya procedencia no se pudo averiguar, pero que sirvió de se- ñal para la sedición muy de antemano proyectada. Empezáronla turbas del pueblo, guiadas, según fue fama, por algunos personajes de alta categoría, disfrazados; tomaron parte en ella los empleados de la Real Casa y de los jardines en Aranjuez muy numerosos y siguió la tropa con ausencia de sus oficiales. Presentóse al regimiento de Guardias españolas de que era coronel don Diego Godoy, y fue su legítima autoridad desobedecida y desconocida, no sin sujetarle a insultos. Procedióse en seguida a allanar la casa del príncipe de la paz, a entrar a saqueo, a destruir cuanto en ella se encontraba, blasonando la ferocidad como de virtud del desinterés que, en vez de robar, llevaba a destrozar y quemar, jactancia no en todo fundada, común a varios pueblos en diversas ocasiones, y la cual prueba, aun en lo que tiene de veraz, haber casos en que se sobrepone a ruines pensamientos la furia del odio. Buscábase al privado con el no disimulado intento de quitarle la vida. Los reyes, entre tanto, vacilando entre la ira y el miedo, no sin razón, aunque tampoco con bastante fundamento, achacaban aquellos excesos a su hijo, a quien había llegado la hora, por largo tiempo apetecida y con diversas maquinaciones buscada de derribarlos del trono y ocupar el puesto vacante… Así, sabiéndose en Palacio lo ocurrido en las calles y en la casa del príncipe de la paz y no contando quién mandaba la sedición, reinase todavía quien reinase, expidió el rey un real decreto en que declarándose dispuesto a gobernar por sí, exoneraba al príncipe de la paz de los cargos de almirante y generalísimo, y le permitía retirarse a Granada. Del proyectado viaje de la corte nada se decía, siendo así que la en él estaba lo principal de las grandes cuestiones pendientes. Tan equivocadas eran las ideas reinantes en punto a la obediencia debida a la autoridad legítima en aquella hora, que, con seguirse aclamando al rey, nadie pensaba en cumplir sus mandamientos en punto a la suerte del privado caído, pues la real voluntad, solemnemente declarada, era que se fuese en paz a su retiro, y la ocupación de oficiales, soldados y paisanos, andarle buscando para hacerle preso. A todos había dado golpe su desaparición repentina, pues dentro de su casa estaba al romper el motín, y nadie le había visto escaparse, estando todas las salidas guardadas. Creíase haber registrado bien la casa, sirviendo de guía las pasiones más furiosas; pero, con todo, se hacía guardia a las paredes de aquel edificio casi vacío… Poco después del mediodía (del 19 de marzo), algunos recibieron (en Madrid) la noticia de que el malaventurado Príncipe de la Paz había sido descubierto en el lugar en que estaba escondido, y en seguida puesto preso, no sin correr antes grave peligro su vida. O porque se difundiese esta noticia, llegando desde luego a conocimiento del vulgo, o por estar preparados los ánimos de la gente inquieta a entregarse a algunos desmanes, sólo con saber los cometidos en Aranjuez la noche del 17, lo cierto es que a la caída de la tarde ya había empezado en Madrid un motín como no se había visto en largos años”.

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