Esta noche de viernes los admiradores de Chavela Vargas podrán recordarla, a ella y a las canciones que inmortalizó su voz, personal, inimitable. Nadie puede imitar a la Vargas como nadie puede imitar a Gardel a la Piaf o a Lola Flores. Lo que se puede es rendirle respetuoso, emocionado homenaje. Eso es lo que esta noche, a las 20 hs, ocurrirá en el Centro Cultural Isabel de Farnesio: Raquel Ríos evocará a aquella dama que circulaba por el callejón de los sueños rotos que pintó Sabina. La Vargas era mucho. Como son mucho sus canciones. Raquel Ríos ama el bolero desde niña: para ella la imagen de Lucho Gatica se funde con la de su padre militar cantando «Reloj no marques las horas». Amor temprano. Empezó cantando rancheras, pero, según me cuenta, un entusiasta Antonio Ferrandiz (Chanquete) le dijo que lo suyo era el bolero y María Asquerino, que también la vio actuar en sus comienzos, le indicó lo mismo. Así fue que las rancheras fueron desplazadas por los boleros y ella, con su particular look (pamelas y vestidos que ella misma fabrica: «mi madre fue modista») paseó el género por las salas de la efímera movida madrileña (que desapareció en cuanto apareció el concejal Matanzo y empezó su cruzada contra la música en directo y como un sheriff «mandó callar») y en mil escenarios más. Esta noche Raquel Ríos trae a Aranjuez a la Vargas y sus canciones: «La llorona», «El último trago», «Macorina», «Simples cosas»…