Eternos becarios
En una época en la que las noticias hablan de salida de la crisis y los datos de la bajada de desempleo se muestran esperanzadores, cada vez es mayor el número de becarios y contratos en prácticas que inundan las empresas españolas. Lo que antes se conocía como un tipo de contrato de aprendizaje para recién licenciados, se ha convertido en «el pan de cada día», y vemos a millones de jóvenes en España que ya han finalizado sus estudios, con la necesidad o, mejor dicho, la única opción, de ser becarios eternos. Jenni y Sergio, dos ribereños de 25 y 24 años, cuentan su experiencia como becarios. Ellos sólo son el reflejo de la juventud española.
Jennifer García-Panadero, sueldo de becaria con responsabilidades de directora
Jenni tiene 25 años y es Pedagoga. Finalizó su Grado en Pedagogía el pasado verano y, actualmente, está cursando un Máster en formación del Profesorado. Acaba de terminar su tercera beca de formación práctica con la Universidad Complutense de Madrid, la cual ha tenido que abandonar precisamente por no poderla compaginar con sus estudios de máster.
«La primera vez que fui becaria estaba en 3º de carrera. Fue una beca que duró cinco meses, en la Universidad para Mayores de «la Complu». Eran cinco horas al día, pero eran flexibles con los horarios, ya que lo compaginaba con mis estudios, y cobraba 434 euros. Una vez que terminé la carrera, al no encontrar trabajo, volví a solicitar otra beca de formación práctica de la Complutense, esta vez en el Vicerrectorado de Alumnos, durante tres meses. Y, la tercera beca, ha sido en el Servicio de Orientación Universitaria de la Facultad de Educación, cobrando lo mismo y, supuestamente, trabajando cinco horas al día». Y dice supuestamente porque las responsabilidades de Jenni en su último «puesto de trabajo» distaban mucho de las funciones de una becaria. «He aprendido mucho, sí; pero porque prácticamente he tenido que llevar un departamento yo sola, un departamento que en otras facultades llevan catedráticos y expertos, pero que en el caso de la Facultad de Educación, es llevado por una becaria. Me tuve que buscar las estrategias para adelante algo que era totalmente desconocido para mí, empezando desde cero y donde nadie me explicaba nada. Más que un becario, acabas siendo un coordinador. Las cinco horas acordadas se convierten en muchas más, ya que todos los días me llevaba trabajo a casa y apenas me daban flexibilidad para el máster. Las opciones de estudiar y continuar con la beca, cada vez eran menores, así que he decidido no prolongarla, para poder aprobar mis exámenes de enero. ¿Mi resumen personal de este tipo de becas? Aprovecharse de los recursos al máximo».
Quizá la mayor paradoja, en el caso de Jenni, es que precisamente se matriculó en el Máster de Formación del Profesorado, para poder optar a estas prácticas y, sin embargo, ha tenido que acabar renunciando a ellas, por no poder abarcar las dos cosas. «Me hacía falta el dinero y no encontraba trabajo; me enteré de esta beca del servicio de orientación y, como la condición indispensable para ser becaria era seguir siendo alumna de la Complutense, me matriculé en este máster, que ni siquiera era mi primera opción. Llevo meses compaginando ambas cosas, pero finalmente la situación me ha superado, así que he tenido que renunciar a la beca para terminar un máster que ni siquiera quería hacer, al menos en este momento».
Jenni también nos habla de cómo los propios jefes están desvirtuando la imagen del becario: «hay que tener en cuenta que el becario es una persona que sigue formándose desde la experiencia y, sin embargo, ahora se le da el mismo papel que otro trabajador de la empresa, con iguales o incluso mayores responsabilidades, y cobrando mucho menos, o incluso en el peor de los casos, sin cobrar. Los jefes se están aprovechando de las ayudas que el gobierno da para «crear empleo», haciendo que la realidad de la situación laboral actual sean trabajos precarios con pésimas condiciones».
Después de esta mala experiencia y con tres trabajos como becaria a sus espaldas, pregunto a Jenni si cree que volverá, de nuevo, a ser becaria. «La última vez me prometí a mí misma que no volvería a caer en «la trampa», me autoconvencí de que sólo aceptaría un «trabajo de verdad», que cotizase a la Seguridad Social, pero ¿volveré a ser becaria? pues seguramente sí, porque será lo único que me ofrezcan y no tendré más remedio que aceptar, porque tengo miles de amigos en la misma situación, y porque por millones de expectativas y de deseos que tenga en mente, acabaré resignándome a lo que esta sociedad nos tiene preparado: una generación de becarios por siempre.
Sergio Álvarez, abogado entre semana, y camarero en fin de semana
Sergio tiene 24 años, dos carreras y dos máster. Licenciado en Administración y Dirección de Empresas, Licenciado en Derecho, Máster en Jurisdicción Civil y Máster en Prevención de blanqueo de capitales. Sergio es becario. Concretamente, en un bufete de abogados en Madrid, con el cual firmó un contrato de 15 horas semanales, cobrando 300 euros al mes. Sin embargo, Sergio trabaja 40 horas semanales y su sueldo no varía. Él mismo explica que «después de estar estudiando, ¡no solo una, sino dos carreras! y dos máster que te especialicen a golpe de billete, te encuentras con un contrato por el que tienes que dar las gracias al altísimo y te escodas en el ´´por algún lado hay que empezar´´, ´´piensa en el curriculum que tendrás después´´ o el ´´después de esto solo pueden venir cosas buenas´´; pero, seamos francos, todo ello se te olvida cuando tu contrato de 15 horas semanales y 300 euros se traduce en, 40 horas, y los mismos 300 euros».
Evidentemente, debe compaginar sus ocho horas diarias en el bufete con otro trabajo de camarero durante el fin de semana, en El Laurel de Baco: «si eres becario, ya puedes ir buscándote un trabajo extra que haga que esta edad en la que, y léase de carrerilla, eres-muy-mayor-para-montarte-en-el-canguro-de-la-feria-pero-eres-muy-joven-para-ganar-mil-cochinos-euros, pueda ser vivida con mediana dignidad; ¡y aquí es donde yo me encuentro! Abogado entre semana, y camarero en fin de semana, unas jornadas laborales que me llevan de lunes a lunes, pasando por un adorado y corto domingo, a replantearme si no estaría mejor en la Rave de Valencia quedándome pa´ya».
Sergio intenta tomarse con humor esta forma de vida cada vez más extendida en nuestro país, «trabajar de sol a sol» como dirían nuestros mayores y, además, sin que nadie lo valore. «En este país, no hay cosa peor valorada que ser becario, porque en España se traduce en mano de obra barata, trabajo a destajo y hacer toda la faena que los contratados no quieren. El levantarte a las 6.30 am (porque, ¡dónde vas con 300 euros a buscarte una habitación cerca del trabajo, alma de cántaro!); el hacer más horas que tu jefe; el encargarte de llevar este papel a este juzgado y este certificado a este Ministerio; y encima tener que poner buena cara, no está pagado con esos 300 euros (a los que tienes que quitarle los casi 100 que cuesta nuestro querido abono C1)». Pero como él dice «hay gente que está peor, y encima no te quejes que estás trabajando de lo tuyo, pero las condiciones no suelen hacer ni motivadoras, ni alentadoras tus horas de trabajo, y aunque es algo que ocurre en casi la totalidad de los puestos en nuestro país, no es un buen momento para ser becario».
Raquel Peche.