La calle, su hogar
La crisis que azota nuestro país desde hace ya varios años ha provocado que muchas familias se hayan visto abocadas a la mendicidad y, en muchos casos, a encontrarse sin un techo en el que refugiarse. El Día de las Personas Sin Hogar, que se celebra el 30 de noviembre, pretende sensibilizar sobre la realidad que viven esta personas
Unas cinco personas se acercan en un recorrido de 200 metros pidiendo dinero o comida para sus familias en Aranjuez. Algunos de ellos venden pañuelos, otros permanecen sentados en las esquinas de las calles más céntricas con un cartel con el que pretenden reclamar tu atención: “llevo parado desde hace cinco años. Soy de Burgos”, reza uno de los carteles; “Tengo dos hijos, una ayuda, por favor”, puede leerse en un cartón escrito a bolígrafo. Son parte del paisaje diario en la vida de la ciudad, escenas cotidianas que, por habituales, no dejan de ser dramáticas.
La crisis que azota nuestro país desde hace ya varios años ha provocado que muchas familias se hayan visto abocadas a la mendicidad y, en muchos casos, a encontrarse sin un techo en el que refugiarse.
Es por eso por lo que desde Cáritas, un año más, han emprendido una serie de acciones para conmemorar el Día de las Personas Sin Hogar, señalado en el calendario el día 30 de noviembre.
Concretamente, ayer jueves, 27 de noviembre, desde el Albergue San Vicente de Paúl, perteneciente a Cáritas Diocesana, se organizó un ‘flash mob’ en la Plaza del Ayuntamiento de Aranjuez con el objetivo de sensibilizar sobre la realidad que viven estas personas.
Esta acción, en la que participaron de forma conjunta voluntarios, tuvo como objetivo el hacer ver a la sociedad mediante esta representación que las personas sin hogar son ciudadanos con derechos y obligaciones.
No es la única de las actividades que han puesto en marcha para visibilizar esta problemática. Bajo el lema ‘Por una vivienda digna y adecuada. Nadie sin hogar’, el sábado 29 de noviembre se celebrará en el Parque de Pavía una jornada de sensibilización organizada por el Centro de Inserción Albergue San Vicente de Paúl, en la que se mostrarán diferentes trabajos relacionados con el trabajo asistencial a favor de las personas sin hogar.
Cambio de perfil
Sor Soledad es la responsable del Albergue San Vicente de Paúl de Aranjuez y se encarga, junto con otras cinco hermanas y manos voluntarias, de atender a las personas que acuden al centro. Explica que en los últimos años el perfil de las personas que acuden al albergue ha cambiado de manera radical: “son personas afectadas por la crisis y los desahucios. Es la primera vez que se ven en la calle”. En esta situación, narra, se encuentran unas cuatro personas que, a día de hoy, han encontrado un techo donde guarecerse bajo los muros del albergue.
Las personas que acuden al centro pueden encontrar varios servicios. Existe la permanencia de tres días, en la que se les ofrece ayuda personal y un programa de reinserción integral, en el que se adquiere un compromiso con el albergue y cuya estancia se puede alargar hasta nueve meses. En ese periodo la persona recibe una formación a través de talleres, con el objetivo de recuperar los hábitos de búsqueda de empleo. “Las personas que últimamente acuden al centro, suelen estar más preparadas”, explica Sor Soledad, “alguno de ellos tiene entre 22 y 23 años”.
A pesar de su juventud, ya han sufrido el trauma amargo de dormir en la calle. “Llegan muy mal, deteriorados y con muy poco ánimo”, cuenta, “pero sobre todo con mucha falta de cariño. Tienen la sensación de que no le importan a nadie. Que están solos. Uno de los usuarios, de 36 años, explicaba que le molesta que la gente no le mire a la cara cuando le dan dinero o comida.; que prefería que lo hicieran o le dieran unos buenos días afectuosos, al dinero”.
Las personas que llegan al centro buscan comprensión. En el albergue la encuentran, pero también un lugar en el que poner en orden sus vidas, “resetearse” y empezar de nuevo. Para ello, se les impone una serie de normas, que deben cumplir.
Antonio tiene casi seis décadas de existencia «complicada». Cuenta que la vida en la calle es muy dura y que, esa situación te lleva a caer fácilmente en la bebida o en la droga. “Tienes todo perdido y quieres olvidar”, explica. “Solía dormir en un banco con un ojo cerrado y otro abierto”, afortunadamente ahora tengo un sitio y una cama donde dormir”.
Como él, otras tantas personas han encontrado un hueco en las veinte camas de las que dispone el centro. Casi siempre están llenas. “Es muy duro para nosotras no poder ofrecer espacio para todos, sobre todo en los días de frío y lluvia”, explica Sor Soledad, que junto a sus compañeras no escatima en esfuerzos para atender a las personas que recurren a ellas. “Esto no sería posible sin la colaboración del pueblo y el Ayuntamiento de Aranjuez, que siempre da muestra de su solidaridad. No me cansaré de darles las gracias”, concluye emocionada.