Relatos Salvajes
Risas al filo del abismo
El título, suficientemente explícito, ni engaña ni defrauda. El argentino Damián Szifrón escribe y dirige seis historias independientes, de tonos y contenidos diversos, pero que en el fondo guardan una fuerte coherencia. Se trata de situaciones que arrancan de manera aparente o fácticamente casual, en la que se ven envueltos personajes más o menos cotidianos, pero que, por distintas razones, pierden el control o se ven inmersos en estallidos y espirales imprevistos que los conducen a desenlaces totalmente inesperados.
El breve pero brillantísimo prólogo -”Pasternak”-, un prodigio de ritmo, dosificación y efecto final, nos prepara para la sucesión de descargas de adrenalina y furia en la que estos personajes, atrapados por la crispación, el descubrimiento inoportuno de un secreto o el hartazgo ante una sociedad deshumanizada y corrupta, llegan a un punto de ruptura hasta alcanzar una catarsis generalmente feroz.
Relatos salvajes planta delante del espectador un espejo y le hace un guiño perverso, como diciéndole: “No te engañes, tú también estás aquí”. Porque la verosimilitud con que la película nos atrae, partiendo de la cotidianidad -una boda, un coche que se lleva la grúa, un encuentro fortuito, un incidente intrascendente en la carretera…- puede hacer que la realidad estalle de manera, quizá, irreversible.
Debemos ser conscientes de que Szifrón juega con nosotros como espectadores, busca nuestra complicidad. En ocasiones, a través de nuestra identificación con el protagonista -como en “El Bombita”, con un excelente Ricardo Darín-; en otras, apela a nuestra indignación -el reconocimiento de la corrupción sistémica y el triunfo social del poder político y económico sobre la dignidad humana y la justicia-. Pero lo hace con una habilidad, un dominio del suspense, una intencionalidad subversiva y transgresora y, sobre todo, un sentido del humor negro, que mantiene al espectador en vilo en la butaca, a medio camino entre la risa y el horror, o, lo que tiene más mérito aún, sacudiéndolo a carcajada limpia entre escalofríos.