Desde los primeros días de esta extrañeza que en nuestras vidas que ha supuesto la llegada del virus bautizado como Covid-19 , cuya procedencia y origen está aún sin determinar, las rutinas de nuestras vidas han ido cambiando drásticamente.

Allá por febrero y marzo cundió el pánico y desaparecían de las estanterías de tiendas y supermercado el papel higiénico, los guantes, la harina, la levadura y las legumbres.

Resonaban los aplausos con intensidad desde balcones, ventanas y portales con puntualidad a las ocho de la tarde. Cada tarde barruntaba solidaridad y acojone.

Poco a poco aprendimos a esperar en las colas antes de entrar en tiendas y supermercados y a pelearnos con las bolsas de plástico para meter la fruta cuya apertura, con los guantes puestos, era misión imposible y desesperante.

Luego vino la polémica sobre el uso de las mascarillas y el famoso gel hidroalcohlico y, claro, su escasez ,
los abusos de algún espabilado, y la búsqueda inusitada para hacerse con algún ejemplar que, ¡válgame Dios! , llevábamos puestas varios días como si de una segunda piel se tratase. Eran joyas inalcanzables.

Escasez que puso en marcha una maquinaria de solidaridad por todas partes. Iniciativas que en los primeros días de pandemia y desconcierto pusieron alma a los profesionales y enfermos en situación de desprotección y desasistencia.

Ahora, encuentras guantes, papel higiénico, garbanzos, hidrogel y mascarillas en cualquier tienda. Y a precios más normalitos salvo las de tendencia y moda.

Las hay de encargo que manufacturan modistas y entendidos. Lo que dice la normativa oficial sobre las mascarillas visitando la siguiente página web.