[ Héctor Anabitarte ] En España, la extrema pobreza, que tanto se incrementó por la crisis, está afectando a cientos de miles de familias. El origen de esta dramática situación se ha convertido en crónica, fruto de una muy pensada política que consiste en “producir” más pobres y más pobres, y más ricos y más ricos. Y a esta política se la define como “estamos saliendo de la crisis”. El país está envejeciendo, muchos jóvenes decidieron abandonarlo y la llegada de inmigrantes no resuelve el problema, a pesar de que la mayoría de ellos son jóvenes y gozan de buena salud (Los enfermos y mayores no tienen la posibilidad de emigrar). Se van los “mejores” y vienen los “mejores”, pero se trata de pan para hoy y hambre para mañana; en todo caso son parches. El derecho a comer, a una nutrición adecuada, a disfrutar de un techo o a tener hijos, están cuestionados. La precariedad salarial, los bajos salarios, las pensiones insuficientes, son factores que provocan que haya dos sociedades que conviven en el mismo país, y cada vez una más alejada de la otra. La revista de Cruz Roja (Segundo semestre 2018), publica una reflexión de su presidente, Javier Senent, refiriéndose al Programa de Alimentos: “El programa pretende paliar las peores forma de pobreza con ayuda en forma de alimentos y acompañamiento… Para que estas personas y sus familias puedan salir adelante, también precisan políticas de empleo inclusivas y garantía de ingresos, además del apoyo de toda la sociedad”. El Estado, la sociedad, deben asumir el proyecto que garantice empleos dignos. En el informe que publicó Cruz Roja y la Federación Española de Bancos de Alimentos, se subraya la extrema pobreza que sufren nueve de cada diez personas atendidas por el programa. A un 76% de los beneficiarios esta donación le ha evitado “muchos apuros”. La situación precaria amenaza con hacerse crónica, ya que el 36% de las personas atendidas lleva entre tres y cinco años o más en el programa. El 71% son mujeres y en tres de cada cuatro hogares atendidos viven menores de 15 años. Las mujeres y los menores son los más vulnerables, víctimas de un sistema en donde se desprecia la igualdad. La clave es facilitar las oportunidades, la formación; en Cruz Roja se realizan diversos cursos habitualmente con este propósito.