Silencios, ecos y susurros
[ Laura Barreiro Marañón ] A veces al empezar a escribir tengo muy claro lo que quiero decir, otras escribo a vuelapluma y otra opción es el silencio. Mi silencio…ese momento en el que respiras y el pensamiento se materializa, la musa que vagaba por el limbo viene y me besa la frente y todo fluye, encaja. Otras veces el silencio no viene sólo, trae susurros. No sabes su origen pero te concentras, deja que escuche el corazón y ese galimatías comienza a desvelarse. Esta vez son los susurros de Aranjuez, ecos del pasado, de mil rincones, de épocas diferentes. Pensamientos de un rey que proyectaba en su mente el paraíso en la Tierra, donde lo podía tener todo, un terreno para modelar que mostrase grandezas y cubriese necesidades al mismo tiempo que deleitaba todos los sentidos. Motores de fábricas, mil proyectos por cumplir, sábanas que se mueven y personas que se desperezan pensando en la jornada de trabajo y el posterior descanso, y que dentro de poco es la fiesta con la algarabía de la feria y las risas infantiles, esa cara de ilusión que se graba en la mente porque creen tocar la felicidad y tú has contribuido a ella. Susurros de conspiración para cambiar el rumbo que se vuelven un clamor en algunas fechas, que pueden ser constructivos si el objetivo es bueno o mucho más atronadores, desagradables e insultantes cuando no se tienen argumentos válidos. Palabras de amor susurradas en un banco, un rincón oscuro donde se saborea el primer beso o la puerta de una casa donde se formula un adiós y se truncan los sueños pero comienza una nueva etapa. Gritos de ánimo y superación mezclados con el sudor del esfuerzo por conseguir una meta, exclamaciones de asombro ante una nueva proeza, el orgullo del pueblo al ser conscientes de que en un pequeño acto todos hemos ganado porque esa persona nos representaba en una batalla pequeña pero que nos llena de euforia. Juegos y canciones infantiles, y la voz de la madre que grita que es hora de subir para casa, campanas en la iglesia o panderos en Navidad, ese último…Y, siempre de fondo, el son del río, vital antes, ahora un hilillo de lo que fue pero que sigue resistiendo, invitando a luchar porque su ritmo siga siendo el nuestro. Y lo curioso es que ese silencio, esos susurros, esos sentimientos los podemos escuchar aunque estemos lejos. Porque Aranjuez está grabado en nuestra piel, porque esas memorias eran los recuerdos que una vez se grabaron en ese antepasado y que ha llegado hasta tu pensamiento, forma parte de tu historia, te has sentido protagonista y lo eras sin estar porque esa herencia perdura. Y lo mejor, estamos ahora y somos constructores del futuro, ¿Qué quieres crear? ¿Cómo quieres que te recuerden? ¿Cuál será tu mensaje susurrado?