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Publicado: Vie, Nov 25th, 2016

El viejo Bob y la Trampa del Nobel

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[ ENRIQUE H. ROULET ]

Fue a través de John Lennon que llegué a Bob Dylan. En la canción “God”, Lennon dice: -I don’t believe in Zimmerman. Quise saber a quién se refería cuando la escuché. ¿Quién era ese Zimmerman en el que Lennon dejaba de creer? Por aquellos años no existía Google así que pasó tiempo hasta que pude enterarme que Zimmerman era su amigo Bob Dylan. Luego llegaron a mí las anécdotas de sus encuentros. Que los Beatles lo inspiraron para animarse con la guitarra eléctrica. Que él les enseñó el secreto de las flores para relajarse, reír y componer. En definitiva, me interesé por escuchar a Robert Zimmerman, aquél que cambió su apellido por el nombre del gran poeta británico Dylan Thomas. Me gustaron sus canciones, pero lo que verdaderamente me encantaba era su voz y esa forma de cantar por la que ninguna industria discográfica hoy en día apostaría un euro a su favor. Era el triunfo del talento lírico sobre el Sistema y cada cosa que me iba enterando de Bob Dylan me encandilaba más y más.
Hoy en día podemos decir sin temor a equivocarnos ni encontrar muchas resistencias, que Don Zimmerman es uno de músicos más respetados con vida, junto a Paul McCartney, los Rolling Stones, Neil Young y algunas otras leyendas de una época que parece la más fértil de la guitarra eléctrica.
Siempre sospeché que los artistas corren el riesgo de convertirse en un personaje de sí mismo o de envejecer mal si se quedan enganchados u obsesionados por la gloria pasada. Muchas veces me preguntaba si a Dylan no le estaría sucediendo eso mismo. Mientras, se escuchaba reiteradamente que los de la Academia Sueca se planteaban otorgarle su premio de Literatura, pero todos los años ese absurdo rumor se iba tan silenciosamente como había venido. Hace unas cuantas semanas el rumor se materializó, lo anunciaron, se hizo realidad. Cuando lo escuché, no supe qué pensar. Estaba desorientado, no podía formularme una sentencia clara. Otra vez sentía que los del Nobel estaban escondiendo sus cartas, sirviendo a sus planes, poniendo los intereses de la Academia sobre los profesionales a los que decide regalar su gracia. Una conversación entre Gabriel García Marquez y Neruda que encontré por Internet me aclaró un poco el panorama. García Marquez le dice a Neruda: <<Sería bueno que a nosotros, los escritores de narrativa, no nos moleste cuando le otorgan el Nobel a alguno de ustedes, los poetas; y que ustedes los poetas tampoco se enfaden cuando nos lo den a alguno de nosotros, los escritores de narrativa>>. Entonces vi que la disyuntiva estaría en esto: ¿Consideramos al viejo Bob un poeta si sus poesías van acompañadas de instrumentos, si son canciones? Para quién lo considere un poeta aún más allá de los amplificadores, el Nobel estará bien otorgado. Para quién lo considere un compositor musical, pues el próximo año bien se lo podrían dar a Joaquín Sabina o Silvio Rodriguez. ¿Verdad? ¿Por qué no? Pero no estaría bien otorgado del todo; habría una incongruencia y faltaría obra que lo respalde o avale.
Mi problema es que yo considero a Dylan un compositor pero no me gusta que le den el Nobel de Literatura, y no sólo por mi antipatía al Nobel, -cimentada en mi gran admiración por Borges-, si no porque imagino a muchos escritores que…  ¿A quién quiero engañar? Es por mi antipatía al Nobel. En definitiva ¿Para qué sirven los premios? ¿Para decir que uno es mejor que otros? Eso también lo dicen las ventas, los conciertos, la gente, los críticos (los que tienen argumentos y los que no), la familia, los amigos, los enemigos. ¿Son una ayuda, un empujón en la carrera profesional de una persona de calidad en su oficio? Dylan no necesita eso, es más, me parece que es la Academia sueca la que necesita al viejo Bob, ya que toda empresa vive de la publicidad, del movimiento, a veces de la controversia. ¿Puede ser el premio un reconocimiento a una carrera, que por cierto fue totalmente ajena a la institución que se erige como gran autoridad en el campo que dicho profesional lleva desarrollando años sin ninguna ayuda por parte de ellos? Es difícil decirlo, pero yo lo veo algo ruin.
Él ya dijo que no va a caer en la trampa; se quedará con el galardón y su cuantía económica (todos tenemos gastos que sufragar) imagino. No va ir a recibirlo. Quedará en su curriculum, pero no en su imagen. Al viejo Bob le gusta cuidar su imagen. Yo, desde mi humilde morada, no le echo en cara eso. Podemos quedarnos con lo que le dijo García Marquez a Neruda, o recordar que sin los artistas o los profesionales, el Nobel no tiene nada, ni siquiera ya gracia.

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