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Publicado: Jue, Abr 30th, 2015

Los ribereños de Mauthausen: 71 años después de la liberación del campo de exterminio nazi Aranjuez reconoce y reivindica el sacrificio de 15 de sus hijos

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280px-KZ_MauthausenEl 17 de Abril de 2015 «Nuevo Más» tituló en portada: «Aranjuez reconoce la lucha por la libertad de los ribereños encerrados en Mauthausen» y amplió en antetítulo: «De los quince ribereños torturados en el campo de concentración, sólo 5 sobrevivieron».
A uno de ellos, José Jaén, su sobrino, nuestro compañero Emilio Vega, dedicó emocionada columna que completaba la buena noticia firmada por Paco Novales: la propuesta del Grupo socialista (con el apoyo de PP, Acipa e I.U), aprobada por unanimidad en el histórico pleno, reconocía el sacrificio de 15 ribereños que fueron a parar a los campos de la muerte con el beneplácito del régimen franquista que los transformó en «apátridas» y entregó atados de pies y mano a los nazis.
Al presentar la propuesta, la portavoz socialista Cristina Moreno, dijo: «Tenemos una deuda de reconocimiento y agradecimiento a nuestros vecinos que murieron y sufrieron en Mauthausen y que dieron su vida por nuestra libertad, porque Europa es lo que es hoy, en gran parte, gracias a ellos». Era de justicia recordar, al menos, sus nombres. En voz alta, para arrancarlos del ominoso olvido: Román Aranda Chacón, José Arminio del Valle, Antonio Belmonte García, Recaredo Dáz Mejía, Alfonso Díaz Salazar, Cesáreo Hidalgo Bustos, José Jaén Martínez, Ángel López Chacón, Julián López Nájera, Sabino Martín García, Sergio Monzón Albeldea, Laureano Muñoz Fernández y Julio Pérez Nieto.
El 5 de mayo de 1945, hace 71 años, las tropas aliadas llegaban a Mauthausen, en Austria, a orillas del Danubio, en la carretera que va de Linz a Munich, y liberaban uno de los símbolos más tenebrosos del proyecto exterminador nazi. Cuando los tanques aliados llegaron ante el portalón del campo fueron recibidos por una banderola extendida a todo lo ancho de la entrada principal en la que se podía leer «Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras».
En «Los cerdos del comandante. Españoles en los campos de exterminio nazi» (Argos/Vergara, 1978), de Eduardo Pons Prades y Mariano Constante, se dedica un extenso capítulo a Mauthausen, donde fueron internados, entre 1940 y 1945, la mayoría de los deportados españoles apresados en Francia por la Gestapo, el ejército alemán, o denunciados por los colaboracionistas franceses. Leo: «El campo de Mauthausen, entre otras particularidades, se caracterizó por ser un lugar de donde no salió un solo deportado judío vivo. Es seguramente el único campo donde la exterminación de la colonia penal judía fue total. La comunidad penitenciaria española (con la alemana, la austríaca y la judía) fue la que conoció el período más largo de cautiverio: desde agosto de 1940 hasta mayo de 1945. Proporcionalmente, el porcentaje de bajas españolas se sitúa después de las bajas polacas y de las soviéticas y por delante de las francesas y veintitantas nacionalidades más, en el conjunto de campos principales en los que nuestros compatriotas tuvieron la desgracia de ser internados».
En el libro de Pons Prades-Constante se da cuenta también de un hecho a tener en cuenta a la hora de recordar a nuestros vecinos: «La comunidad española de Mauthausen fue seguramente -al menos no se tiene referencia alguna de una experiencia similar en otros campos- la única que creó un organismo de solidaridad, de la que luego se beneficiaron los no españoles; más tarde nació la resistencia, también extendida después a otras nacionalidades, todo lo cual desembocaría, en el último invierno de cautiverio -1944/1945-, en la creación de un Aparato Militar Internacional. Y gracias a ello los SS no se atrevieron a perpetrar su última fechoría: la prevista exterminación masiva de los deportados».
Leer «Los cerdos del comandante» («cerdos» era el calificativo dado a los republicanos españoles junto al triángulo azul con una S dentro que los identificaba como apátridas) y mirar el abundante material gráfico que lo ilustra, es adentrarse en el infierno, un infierno superior al que inventaron Dante, Blake, Rimbaud, «poetas infernales» a quien, en memorable poema («!Oh, este viejo y roto violín!»), León Felipe mandó callar: «!Que se callen!/Hoy cualquier habitante de la tierra/ sabe mucho más del infierno/ que esos tres poetas juntos…/ Aquí se rompen todas las cuerdas de todos los violines del mundo ¿Me habéis oído, poetas infernales?/ VIrgilio, Dante, Blake, Rimbaud… !Hablad bajo! !Todos más bajo!… !Chist! !!Callaos!!/ yo también soy un gran violinista y he tocado en el infierno muchas veces… Pero ahora, aquí… rompo mi violín y callo».
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