Digno colofón de la desigual y excesiva trilogía de El hobbit, La batalla de los cinco ejércitos arranca en el mismo punto en que terminaba La desolación de Smaug y enlaza con El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo. La intención del director Peter Jackson ha sido la de crear un todo coherente con las seis películas, para lo cual el tono de El hobbit se oscurece en esta entrega final.

El entretenimiento está garantizado durante las dos horas y media de película que se ocupan de las escasas páginas finales que Tolkien dedica al enfrentamiento épico en el libro original, pero los guionistas han sabido hilar las tramas y desarrollar los personajes y sus conflictos de manera que no existe la sensación de relleno de sus dos predecesoras. En La batalla de los cinco ejércitos, cada elemento cuenta. De hecho, no solo se trata de plasmar una vez más el enfrentamiento entre el Bien y el Mal, sino de un estudio acerca de las ambiciones de razas condenadas a aliarse coyunturalmente frente a un enemigo común. Entre secuencias siempre cargadas de tensión, ya sea física o psicológica -muy interesante la progresiva locura de Thorin, Escudo de Roble (Richard Armitage)-, destacan ciertas licencias sobre el original de Tolkien, como el protagonismo de Bardo, el Arquero (Luke Evans) o la historia de amor entre la elfa Tauriel (Evangeline Lilly) y el enano Kili (Aidan Turner). El papel de Bilbo, el hobbit (Martin Freeman), queda un tanto diluido en un contexto épico en el que un pacífico habitante de La Comarca no se desenvuelve bien, pero aun así será determinante para dotar a la película de determinados giros narrativos imprescindibles.

El plato fuerte de La batalla de los cinco ejércitos son sus efectos CGI, perfeccionados en los últimos trece años -tiempo transcurrido desde el estreno de El retorno del rey-. La integración de imagen real y compuesta permite disfrutar de una espectacularidad impensable hace no tanto tiempo. Pero el gran logro de esta integración es precisamente hacer que nos olvidemos de ella para sumergirnos en un despliegue de acción, aventuras y fantasía, que se aleja progresivamente del tono de montaña rusa intrascendente del resto de la trilogía para adoptar un aire más sombrío.